lunes, 23 de abril de 2012

Semblanza de Don Daniel García García. (1.906-1.970) (II Parte y última)


SU LLAMAMIENTO A LA OBRA


Al trasladarse los señores Davis para trabajar en El Ferrol del Caudillo, los hermanos de la congregación pidieron ardorosamente, delante del Trono de la Gracia, que les fuera enviado un obrero que dispusiera de todo su tiempo para atender las necesidades de la iglesia local que se estaba haciendo numerosa. Daniel, todos los días durante muchos años, hacía la misma petición: “Señor, envíanos un obrero para trabajar en tu obra.” Sin embargo, en 1.954, cuando oraba de rodillas en su habitación, después de hacer su petición cotidiana, sintió la llamada del Señor, que le decía: “¿Por qué no tú?” Pocos meses después, encomendado por su iglesia, se dedicó por completo a la obra del Señor.

Empezó a visitar con más frecuencia a los hermanos aislados en pueblos como San Vicente, Tejedo, Siones, Proaza y demás lugares en que era requerida su presencia. Así, un día le rogaron que pasara a visitar a un señor en Avilés e inmediatamente, sin dejar pasar mucho tiempo, cumplió el encargo. La visita dio lugar a otras y a partir de entonces, con la colaboración de otros hermanos de Gijón, se asiste todas las semanas a dicha villa. Rápidamente prendió el Evangelio entre aquella persona interesada y sus familiares; llegaron hermanos de distintos lugares de España para trabajar en la nueva factoría recién inaugurada, y de esta forma, en poco tiempo se logró reunir un buen número de creyentes. En el presente, la iglesia testifica con ilusión y fuerza, aumentando el número de personas salvas que alaban y glorifican a Dios con sus bocas y con sus vidas.

EL LEMA DE SU VIDA
El lema de su vida ha sido, “por y para Cristo”. Y muchos no han llegado a comprender que un hombre con calma y de apariencia cobarde, pudiera ser tan esforzado en la Obra. Para él, que todo lo soportaba, era inadmisible una demora o un descuido en las cosas de su Dios.

Con el don que Dios le dio trabajó hasta lo sumo en pro del Evangelio. Hace un año, cuando paseaba por Gijón, encontró al antiguo conserje del cementerio que hacía poco tiempo se había jubilado. Este, al ver a Daniel, le dijo: “Pero hombre, ¿todavía no te hicieron una estatua como a Fleming?” Nuestro hermano preguntó: “Y eso, ¿por qué?” “Hombre, porque has sido un valiente; porque cada vez que subías al cementerio yo temblaba al contemplar los guardias de asalto, y tú tan tranquilo.” Al despedirse, Daniel comentó: “¡Qué poco conoce el poder de Dios!”

SUS ÚLTIMOS DÍAS
Este año, nuestro hermano acudió a las conferencias de Madrid como tenía por costumbre. Allí visitó el Hogar de Ancianas y dio su último mensaje a las hermanas basándose en el salmo 23, principio y fin de su ministerio en la tierra.

Desde Madrid escribió una carta a los ancianos de la iglesia, exponiendo sus impresiones de las conferencias y recomendó que leyesen el versículo 8 del salmo 138 que dice: “Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh, Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.”

El día 18 de octubre, después del culto de predicación del Evangelio, se reunió con hermanos responsables de la Iglesia para cambiar impresiones acerca de la obra del Señor y de la edificación del nuevo local. En todo tiempo dio muestras de encontrarse bien; sin embargo, siempre hacía mucho énfasis diciendo que la obra era de Dios y que sólo Él sabría cómo llevarla a cabo, sin que tuviéramos que preocuparnos antes de tiempo.

El día 19, a las once de la mañana, cuando regresaba a su casa, en plena calle, el Señor le llamó a su presencia.

El día 20, con la presencia de muchos hermanos de toda España, fue llevado su cuerpo hasta el lugar donde había de dar su último mensaje en silencio, ante cientos de almas que contemplaban por última vez su rostro. Fue muy significativo, ver cómo hombres y mujeres de la vecindad lloraban ante la despedida de un hombre bueno, según sus propias palabras; pero nosotros, que vivimos con la esperanza de volver a verlo, lloramos la separación de un campeón de la Fe, que deja un hueco en la obra de Gijón.

Todas estas cosas que hemos contado y todos los sucesos que hemos narrado, juntamente con otros muchos que los hermanos de Gijón pueden atestiguar, es la ilustración más elocuente que podemos hacer del carácter de nuestro hermano y de su celo por las cosas del Señor.

La iglesia local de Gijón, puede decir de él: “Yo conozco tus obras, y arduo trabajo y paciencia... y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado, arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.” (Apc 2:2 y 3)

(Revista “Edificación Cristiana”, Febrero de 1.971)



lunes, 16 de abril de 2012

Semblanza de Don Daniel García García. (1.906-1.970) (I Parte)



SUS PRIMEROS AÑOS Y CONVERSIÓN.

Daniel García García, nació en Gijón en un hogar cristiano, el 19 de marzo de 1.906, cuando sus abuelos paternos eran, por entonces, columnas y baluartes de la iglesia local.
Criado y educado bajo la dirección de los mencionados abuelos, escuchó la más pura doctrina de Cristo desde sus primeros años y al igual que el joven Timoteo, este privilegio le llevó a aceptar al Señor como su Salvador. Esto ocurrió cuando tenía 17 años, después de pedirle el perdón de sus pecados a los pies de su lecho.

AYUDANDO EN LA IGLESIA.

Con la llegada de don Juan Biffen a la pequeña congregación de Gijón, empezó a tomar la palabra en los cultos; y lo hizo por primera vez tomando el salmo 23 (que habría de constituir el fundamento de su esperanza en Dios) como base de su meditación. A partir de este momento, ayudó en la obra a los señores Biffen en la medida del don que el Señor se dignó darle y de esta forma su fue ejercitando en el trabajo con que se había de responsabilizar más tarde, como obrero del Señor.

SU MATRIMONIO.

Contrajo matrimonio el 30 de agosto de 1.930 con la mujer que habría de ser su fiel compañera durante 40 años, Srta. Luisa Valdés Tuero, recibiendo del Señor nueve hijos bajo su custodia antes de cumplirse los primeros veinte años de matrimonio; de los cuales, todos los que llegaron a tener uso de razón se decidieron por Cristo.

LA GUERRA Y LA POSGUERRA.

En el año 1.936, cuando la guerra civil española, fue requerido para ir a las trincheras a disparar contra el enemigo que tenía enfrente, solicitó de sus superiores el ser enviado a sitios de mayor peligro antes de tirar contra uno de sus semejantes o engañar a la Patria disparando al aire. Explicó los motivos, dio a conocer su fe y los superiores le enviaron a trabajar en otros puestos poco peligrosos que él no hubiese pedido.
Fue quizás después de la guerra, cuando di mejor a conocer a todo Gijón con su testimonio el testimonio del Evangelio, manifestándose ante toda clase de autoridades, con la energía que sólo Dios puede dar a los que defienden su causa.
Inmediatamente de ser liberado de los servicios a la Patria, solicitó del comandante militar de la plaza permiso para abrir la capilla, basando su petición en que ésta no había sido clausurada, sino cerrada por motivos del conflicto civil y logró celebrar dos cultos en ella, antes de que las autoridades comunicaran la no autorización.
Poco tiempo después de haber acabado la guerra, se vio envuelto en una grave acusación de ayudar económicamente a un preso, con dinero recibido del extranjero de los partidos políticos enemigos del régimen. Con la Biblia en la mano demostró que actuaba de acuerdo con las enseñanzas del Nuevo Testamento, ayudando a un miembro de la Iglesia evangélica de Gijón y no como miembro de un partido político socorriendo a uno de sus adeptos. De esta forma llegó a convencer a sus acusadores, y volvió gozoso a los suyos, manifestando cuán grandes cosas el Señor había hecho con él.
Logró celebrar el primer entierro civil si ninguna dificultad, y pocos meses después, se celebró el de su padre político. Las autoridades, influenciadas por los religiosos de la época, opusieron fuerte resistencia y no quisieron que el acompañamiento del cadáver se efectuase sin ser incluidos en él los sacerdotes. Nuestro hermano retrasó la salida del féretro, se enfrentó con las autoridades, tanto civiles como religiosas, y después de haber luchado con fe en su nombre, Dios le dio la victoria.
Los señores Biffen llegaron de Inglaterra y continuaron trabajando en Gijón; pero pocos meses más tarde, el Señor los llamó para la obra en Madrid.
Nuestro hermano quedó solo al frente de la congregación y fueron muchas las veces que tuvo que entrevistarse con el gobernador y demás jerarquías civiles y eclesiásticas, para poder celebrar entierros y casamientos civiles.
En el año 1.945, cuando llevaba todo el peso de la obra, volvió a insistir sobre la apertura del local de reunión con los mismos argumentos expuestos anteriormente y comunicó a las autoridades que empezaría a celebrar los cultos en él. Y, efectivamente, así lo hizo.
Hacia el año 1.947, llegaron los señores Davis a Gijón para trabajar en la obra del Señor.
En el año 1.949, falleció una de sus hijas y es quizás uno de los momentos más expresivos de su valentía defendiendo la gran causa del Evangelio. Cuando el cortejo fúnebre iba descendiendo desde su hogar por las anchas plazas y estrechas calles del barrio entre una multitud que se asemejaba por su magnitud a la que se forma para ver pasar una procesión en Semana Santa, la policía intervino, en el momento de pasar el cadáver por delante de la iglesia parroquial, y mandó deshacer el duelo. Nuestro hermano, a pesar de la pena que le embargaba, alzó la voz como él sabía hacerlo y dirigiéndose a la gente, dijo: “¿No es esto un atropello?” Los guardias intentaron disolver el duelo, pero él, poniéndose frente a ellos, exclamó: “¡Yo voy preso, pero esto sigue hasta el final!” Se amotinó la gente ante tanta injusticia, y la fuerza pública se vio impotente para impedir que la comitiva siguiera adelante, hacia el lugar previsto con anterioridad. Al final del suceso, la gente acudió en masa al cementerio, escuchando con mucha atención e interés la Palabra de Dios. Y todavía, en el día de hoy, la gente comenta lo sucedido y elogia la valentía con que fue resuelto el conflicto, que sin duda alguna, sirvió para glorificar una vez más el Nombre del Jesuscristo...

Continuará.
(Revista “Edificación Cristiana”, Febrero de 1.971)

Foto: Don Daniel García García

lunes, 9 de abril de 2012

En memoria: Don Armengol Felip. (1.889-1.969)

“De una forma rápida, en la mañana del 8 de diciembre de 1.969 pasó a la presencia del Señor D. Armengol Felip sin que nada hiciese suponer tal desenlace, pues el día anterior, domingo 7, se había gozado con sus hermanos en el culto de Comunión, pero el Señor ha promovido a su siervo a una vida mejor.
D. Armengol había cumplido ya los 80 años, su estado físico era excelente, solo con las limitaciones naturales de la edad, y no nos cabe la menor duda de que una vida ordenada como fue la suya vivida bajo el influjo de las Sagradas Escrituras había hecho su efecto. Era motivo de admiración para muchos verle tan activo y servicial a tan avanzada edad. Sus últimas palabras para los suyos fueron aquellas que dijera al despedirse al momento de ir a descansar: “¡Hasta mañana, si Dios quiere!”... y aquella mañana presentó para él una nueva perspectiva, fue un nuevo amanecer en la morada celestial.
Había nacido en Barcelona el 5 de junio de 1.889, en el seno de un hogar cristiano, primicias de la obra iniciada en la Ciudad Condal por D. Jorge Lawrence. Convertido a edad muy temprana fue bautizado en marzo de 1.906 pasando a formar parte de la Iglesia que se reunía en calle de San Gabriel (Gracia) y que hoy lo hace en calle Teruel, 22.
La vida piadosa de su hogar, juntamente con la enseñanza recibida de parte de fieles siervos del Señor tales como D. Pedro Rubio y D. Enrique Payne entre otros, ayudaron, sin duda, a que desde muy joven consagrara su vida al Señor y muy pronto le vemos trabajando entre los niños en la escuela dominical de su Asamblea y también entre la juventud a la que siempre dio un señalado interés.
Corriendo el año 1.918 contrajo matrimonio con doña Febe Regojo, hija de los misioneros don Aquilino Regojo y doña Matilde, que trabajan en Argelia, quienes dieron también gran calor a nuestros hermanos en sus deseos de servicio al Señor. Doña Febe había estudiado en Inglaterra y obtuvo el título de enfermera-comadrona, profesión que ejerció posteriormente en bien de los hermanos menesterosos. Esta pareja vino a formar un equipo idóneo para el Servicio del Señor.
Por aquel entonces, D. Armengol actuaba como Gerente en Barcelona de la Sociedad Bíblica de los Ángeles (California) y tenía a su cuidado la impresión y distribución de las Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento “subrayado” que tanta difusión y aceptación tuvo en aquellos días. Por las mismas fechas editó su primer himnario en catalán y colaboró en la publicación de los Evangelios y Hechos en el mismo idioma.
En el año 1.924 la citada Sociedad Bíblica decidió quitar su depósito de Barcelona, pero la puerta de servicio no quedó cerrada a nuestros hermanos, pues el Señor abrió a D. Armengol y esposa un campo nuevo de servicio en Argelia, entre los numerosos españoles que residían entonces en aquella colonia francesa. Entró a colaborar de una forma muy eficaz con una Misión que se había fundado para llevar el evangelio en aquellas regiones y en la que colaboraron también otros misioneros españoles.
Este servicio abarcó unos 40 años, casi la mitad de su vida, trabajo variado y abnegado. Casa por casa iba visitando a los residentes españoles para llevarles el evangelio, los buscaba con celo aún en las calles, por los mercados, en pueblecitos lejanos, en los cortijos y aldeas solitarias allá entre las montañas, y el Señor iba bendiciendo esta labor, pues muchas familias recibieron con gozo el evangelio.
En el año 1.956 partió de forma repentina para su hogar celestial su compañera doña Febe. Si bien esta separación temporal de su amada esposa habría de causarle profunda tristeza y soledad, su confianza en el Señor le hizo proseguir en el campo misionero hasta que la situación en Argelia se empezó a poner sumamente difícil a causa de las luchas de liberación nacional y contando nuestro amado hermano ya con 72 años, una edad avanzada, decidió retirarse de la labor activa en aquellas tierras, teniendo además como agravante que la mayoría de los europeos empezaban a abandonar el país.
D. Armengol entendió que el Señor le reservaba un trabajo más reposado en Barcelona, su ciudad natal, donde se unió a su familia y a la iglesia local a la cual había pertenecido, no vacilando en prestar su ayuda allí donde fuera necesario y posible, viajando incluso al extranjero, principalmente a Francia, para visitar y alentar a tantos creyentes que habían venido de África del Norte y se habían establecido en este país. Estos hermanos sienten también la partida del siervo de Dios.
Las iglesias de Caldas de Montbui, Mollet, Igualada y otras de la región y de la propia capital, Barcelona, no olvidarán fácilmente sus visitas y mensajes, repletos de madurez espiritual ni tampoco aquellas oraciones fervientes de su siervo, llenas de espíritu de intercesión.
Sin duda alguna todos los que le conocimos y estuvimos junto a él por algún tiempo podemos pensar que buen ejemplo nos dejó, digno de imitar.”


Revista “Edificación Cristiana” (Marzo de 1.970)

lunes, 2 de abril de 2012

En memoria de “Don José Harvey”.

Reseña aparecida en la revista "Edificación Cristiana", mayo-julio de 1.965:


"En las primeras horas del día 23 del pasado mes de marzo (1.965) y a los ochenta y tres años de edad, en su país natal, Inglaterra, partió para estar con Cristo, el querido anciano y siervo del Señor don José Harvey, muy amado en esta ciudad de Barcelona y especialmente en la localidad de Caldas de Montbuy, en la que durante muchos años cuidó del alimento espiritual de los creyentes allí establecidos. Don José Harvey vino a España por el año 1.920, sintiéndose llamado a la labor misionera en nuestro país, al que tomó tanto cariño, que fijó su residencia en el mismo y del que no se ausentó, ni aun en los momentos difíciles de nuestra guerra civil. En 1.921 contrajo matrimonio con doña Juana Payne, ya fallecida, e hija del conocido y amado misionero don Enrique Payne, que así mismo se estableció en España por el año 1.869, también hoy en la presencia del Señor. El mencionado don José Harvey durante bastantes años prestó su colaboración y experiencia al Consejo de Ancianos de la Iglesia en la calle Teruel, en Barcelona, en la que figuró siempre como miembro, aunque tuviera a su cargo, como se indica anteriormente, la pequeña iglesia en Caldas, a unos veinte kilómetros de Barcelona. Amado por todos los creyentes que le conocían, era especialmente apreciado por la juventud, a la que procuraba comprender y animar con sus sabios consejos apoyando sus iniciativas y confiando en ella, como verdaderas columnas en la Iglesia para el mañana.
Observando que sus fuerzas corporales se iban debilitando, creyó conveniente iniciar una temporada de reposo, en su propio país, siendo invitado por algunos de sus compatriotas, así que el 13 de octubre último salió de entre los suyos y con su actual esposa, doña Carmen Bolinches, se trasladó a Billingham (Kent). Bastantes de nosotros ya creímos que no le volveríamos a ver aquí aunque las cartas que se iban recibiendo, tan llenas de dulzura cristiana y de aliento para sus hermanos en la fe, parecían demostrar que sus fuerzas se recuperaban, es lo cierto que el Señor le llamó a su presencia; aún el domingo 21, o sea dos días antes de su fallecimiento, tuvo a su cargo el mensaje de la Iglesia en donde tenía su residencia en Inglaterra.
Aún nos parece verle, con su figura típicamente británica, su sonrisa cariñosa y llena de bondad y animando a todos a no desmayar y seguir los caminos que el Señor nos ha trazado.
“Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos: porque sus obras con ellos siguen.” Apc 14:13 "