“Si
mirásemos atrás, al año 1.838, veríamos en la colina de El Castro de Vigo a dos
extranjeros. Uno de ellos es Roberto Chapman: ambos se han descubierto la
cabeza, y en aquella soledad suelen unidos hacer oración a Dios, mucha y
ferviente súplica por España: que se abriese la puerta para que en aquel país
prohibido de hacerlo, se predicase el Evangelio del amor de Dios.
Pasan
cincuenta y cinco años, y en una carta escrita en noviembre de 1.893 el anciano
y venerable Roberto Chapman recuerda a don Cecilio Hoyle esas oraciones, pues
ya grandes cosas estaba Dios haciendo en Galicia y en otras regiones de España.
En
febrero o marzo del año 1.875 dos jóvenes misioneros ingleses, Tomás Blamire y
Jaime Wigstone, emprendieron su primer viaje a Asturias y Galicia.
Habían
trabajado en Madrid y Barcelona incansablemente y sembrando la Palabra de Dios
unos dos años, pero el Señor les puso en el corazón la necesidad de llevar
también el Evangelio al noroeste de España. En aquel tiempo hubo libertad
religiosa desde 1.868 hasta 1.876.
Sucedió,
pues, que salieron de Madrid en tren a Busdongo. Estando un tramo del
ferrocarril todavía incompleto, siguieron unas horas en diligencia, y otra vez
en tren hasta Oviedo. Allí repartieron muchos Evangelios y tratados, asimismo
en Gijón, esperando embarcar para La Coruña. El vapor hizo escala en la hermosa
Ría de Ribadeo. Durante dos días trabajaron con gozo en Ribadeo, Castropol y
Figueras. Otra noche a bordo les trajo a La Coruña. Allí visitaron los
comercios y el puerto, siendo muy bien recibidos, y subieron a los vapores con
tratados.
El
Comandante les permitió entrar en el gran Cuartel con literatura para los 400
soldados que allí estaban de servicio.
Al
ver con gozo cómo el Señor les había abierto una puerta para extender en
Galicia el conocimiento de Su amor, en pocos días optaron regresar a Madrid por
Oporto y Badajoz, lo que les costó nada menos que 27 horas en la baca de la
pesada diligencia sólo para llegar a Oporto.
El
24 de abril vemos que sin tardar se encuentran de nuevo en La Coruña don Jaime
y don Tomás, y la esposa de éste. Ella era de padres judíos, convertida a los
veinte años, y él había sido oficial en la Armada inglesa, pero había dejado la
carrera para servir al Señor enteramente y dedicar todo su tiempo a la obra.
Llegados
así de nuevo a La Coruña, visitaron de casa en casa y muchos les escucharon con
atención. En los barcos se encontraban a veces con marineros que ya habían
recibido Evangelios y tratados en los puertos de mar de Inglaterra. En tres
aldeas próximas a La Coruña con gran gozo predicaron al aire libre.
A
primeros de julio de 1.875 abrieron un local en Plaza de Pontevedra, 9, tan
conocido por muchos años. Cuando se anunció la apertura, centenares de personas
quedaron fuera. Se anunció una reunión para las 6 de la tarde del domingo
siguiente. A las 4 ya estaban grupos de personas, y a las 5.30 era tan inmensa
la multitud, que celebraron dos reuniones seguidas, abarrotadas de gente. Los
que no pudieron entrar llamaban: ¡Que salgan y nos hablen desde el balcón!”.
Nuestros hermanos decían entre sí: “¡Ojalá deseen escuchar a Dios antes que a
nosotros!”
Sobre
este suceso memorable consta el relato que sigue, dado unos diez años después
por don Tomás Blamire en Londres el mes de octubre de 1.886.
“Hace
casi catorce años desde que el Señor nos guió a don Jaime Wigstone y a un
servidor para servirle en España, sin conexión con ninguna sociedad o comité
misionero, pero confiando con sencillez en el Señor para todo, y mirando a
nuestro Padre para que nos supliese toda necesidad. Nuestra obra es en el
noroeste de España.
En
1.875 fuimos a La Coruña y alquilamos un local para predicar el Evangelio.
Después acudimos al Sr. Gobernador para obtener su permiso para abrir el local.
Pero él contestó: “Prohíbo cualquier enseñanza pública, y lo que me pesa es no
poder meterles en la cárcel ahora mismo”. Nos fuimos, pues, al Cónsul
Británico, y él dijo: “Vuelvan ustedes al señor Gobernador y díganle de mi
parte que van a abrir el local en tal y tal día”. Así lo hicimos, yendo de
buena gana. El Sr. Gobernador se indignó tremendamente, y telegrafió a Madrid
en contra de nosotros. Obtuvo respuesta, pero no era en ninguna manera la que
esperaba, pues lo que se le contestó fue: “Guárdese V. E. de molestar a estos
señores y además en el caso de cualquier escándalo tendremos a V. E. por
responsable”. Por tanto, se vio obligado a ceder, y mandó a siete guardias para
protegernos. Así que comenzó la obra, y ha seguido bien. Muchos han sido
llamados de las tinieblas a la Luz. ¡Bendito sea su Santo Nombre!
Os
cuento este relato de cómo principió, porque es una muestra de nuestras
experiencias en muchos sitios. Vez tras vez hemos visto la buena mano de Dios
sobre nosotros justamente cuando parecía que el enemigo iba a ahogarnos.
Con
el tiempo y extendiéndose el interés, abrimos más obra en aldeas y pueblos del
distrito, y ahora hay en Galicia ocho o diez locales abiertos para la
predicación de la Palabra y para adorar al Señor.
Nuestras
dificultades han sido grandes; hombres se han opuesto terriblemente, nos han
llevado presos, nos han amenazado con catorce años de cárcel… Algunos de
nuestros convertidos estás presos, y otros sometidos a juicio, todo por amor de
Cristo, desde luego por denuncias falsas, siendo que es en contra de la Ley
apresar a un hombre por el hecho de hacerse “protestante”.
Los
dos últimos lugares que se han abierto se hallan cerca de Portugal: uno en
Marín, un pequeño puerto de mar, y el otro en una aldea cercana.”
En
octubre del mismo año inaugural escribía doña Rosseta de Blamire: “Hemos tenido
el gozo de ver que algunas almas profesan que han hallado en Jesús su propio y
todo-suficiente Salvador. Creo que cada uno ha tenido antes una Biblia,
comprada desde que hay libertad religiosa”. En noviembre dice: “Nueve personas
escuchan el Evangelio constantemente y nos han dicho: Vemos la diferencia, y
confiamos solamente en Jesús. Cinco de ellos han sido bautizados. Una mujer,
amando a Jesús, quemó las imágenes de santos y los crucifijos ante los cuales
había rezado veinticuatro años. Ella y su marido han sido echados de su casa
por causa del amor a Jesucristo. Otro ha cambiado su ocupación a causa de la
conciencia. Estas cosas demuestran sinceridad. Desde que llegamos hemos vendido
100 Biblias.”
Abrieron
obra en Arteijo y Loureda, en donde hubo fruto para el Señor, almas salvas.
Algunas de ellas sufrieron duras persecuciones.
Entretanto
que desde La Coruña se extendía el Evangelio por las Rías Bajas, en 1.880 vino
a La Coruña otro siervo de Dios, don Jorge Chesterman, cuñado de don Enrique
Payne (padre), de Barcelona, y con su familia sirvió activísimamente en las
cuatro provincias de Galicia. El fue seguido en 1.910 por don Enrique Payne (hijo),
quien después de dieciséis años de servicio para el Señor con sus padres en
Barcelona, se trasladó con su familia a La Coruña. Don Enrique y mi padre, don
Jorge Davis, buscaron un local más céntrico en La Coruña, y alquilaron lo que
hoy la Capilla Evangélica en calle Panaderas, 14. Se inauguró en noviembre de
1.915, y a pesar de mucha oposición la asistencia aumentaba. Las autoridades
siempre favorecieron, guardando el orden los municipales: “siempre tan buenos”,
decía don Enrique.
Iniciando
la obra en la Coruña, Marín, Santo Tomé, Vigo y otros sitios, los hermanos
Jaime Wigstone y Tomás Blamire prosiguieron incansables; el primero en
Andalucía, y el segundo mayormente en Marín, en donde el Señor le llamó a su
presencia en 1.894. Al partir de este suelo, don Tomás dictó las palabras
siguientes: “¡Tengo paz en mi alma, mi porvenir es brillante, tengo el cielo
delante! Mi última palabra a mis hermanos es que se consagren al Señor y vivan
para Él más que nunca; y mi palabra a los que no son del Señor es que huyan
para refugiarse en Cristo cuanto antes”. Don Tomás había bautizado a centenares
de personas en los lugares ya mencionados.
EL
FERROL … (continuará)
(Escrito
por Jorge de M. Davis para la revista “Edificación Cristiana”, nº4, 1.977)
No hay comentarios:
Publicar un comentario