El pasado 11 de
febrero (1.968) fue promovido a la presencia del Señor nuestro querido hermano
y anciano de esta iglesia (Duque de Sesto, Madrid) durante muchos años don Pablo Gómez Sacristán.
El entierro se
celebró el día siguiente, teniendo en la casa unos momentos de oración y unas
palabras de recuerdo en cuanto a la vida y servicio de don Pablo en la Obra del
Señor. En el cementerio hubo oportunidad de un hermoso culto, aunque breve, con
un mensaje del Evangelio a cargo de don
Juan Solé, siendo en este sentido la partida de nuestro hermano,
oportunidad de testimonio en presencia de un gran número de amigos y hermanos
en la fe.
Había cumplido
ochenta y cinco años y conoció el Evangelio aceptando a Cristo como su Señor y
Salvador cuando tenía poco más de veinte años. Era uno de los primeros frutos
de esta obra del Señor comenzada por doña
Julia Jones quien, en compañía de otras hermanas, había venido de
Inglaterra para servir al Señor en España. Fruto de esta obra misionera es esta
iglesia en Duque de Sesto y Puente de Vallecas, como también la que se
encuentra en Camas (Sevilla).
Don Pablo se
convirtió al Señor en su tierra natal Segovia, pero ya en el año 1.903 se
encontraba en Madrid y cuando esta iglesia tenía su domicilio en la calle de
Valencia, 3. Comprendió que el Señor le llamaba no sólo para llevarle un día al
Cielo, sino también para que fuera su testigo en esta tierra sirviéndole
fielmente. Así, inmediatamente empezó a testificar de su Señor y contar a todos
cuán grandes cosas Dios había hecho con él.
También viajó mucho
con los medios de entonces por gran parte de nuestra geografía, llevando
valientemente por muchas partes el mensaje del Evangelio. Visitó principalmente
las provincias de Ciudad Real, Jaén, Zaragoza, su tierra natal y otras. En
muchas ocasiones fue afrentado, perseguido, incluso apedreado, pero no por eso
dejó de testificar de su Señor y se sostuvo siempre como viendo al Invisible.
Don Pablo sirvió
también al Señor como anciano en esta iglesia (Duque de Sesto) durante muchos
años y ha dejado entre nosotros un hermoso ejemplo de fe, constancia y amor.
Hasta pocos días antes de ser llevado a la presencia del Señor asistió al culto
de comunión. En el último año transcurrido sólo faltó a este culto, a pesar de
sus años y achaques, cuatro o cinco veces y fue por causas ajenas a él mismo.
El Señor nos ayude en medio de tanta inconstancia e inconsecuencia de nuestros
días a seguir el ejemplo de nuestro querido hermano.
Su esposa doña Consuelo ha sido compañera fiel e
idónea durante sesenta años y la deseamos desde estas líneas también, la
consolación y fortaleza del Señor. Para sus hijos y nietos que puedan disfrutar
por andar en los caminos del Señor, del mismo gozo que disfrutó su querido
padre hasta el último momento, y estamos seguros que tendrá del Señor su "Ven
buen siervo y fiel, entra en el gozo de su Señor".
(Publicado en la
revista "Edificación Cristiana", marzo-abril 1.968)
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