"La
Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos sin saberla
celebrar."
Al
llegar este número a nuestros lectores, la Navidad de 1.980, será ya, o no será
ya, ni un recuerdo. De ella quedará algún resto de turrones, un paquete de
pasas sin abrir y hasta un absurdo déficit en el presupuesto doméstico...
Pero
no es de esta Navidad reciente que escribimos sino de todas las Navidades y
sobre todas, de la Navidad que viene, que muchos piensan "pasar" y a
la que algunos no hemos de llegar.
Debemos
al lenguaje popular la delación certera de lo que ocurre al llegar la Navidad.
Los cristianos dicen: "Hemos pasado la Navidad..." y efectivamente la
"pasan" con los que no son cristianos, pero no para que éstos
reflexionen y entiendan, sino para asumir con ellos la gracia pagana del mundo
cifrada en la dispensa más o menos abundante (más que menos) de satisfacciones
gastronómicas en un, casi siempre obligado, ambiente de vanidad social y
familiar, relegando a alguna fiesta infantil (no todas) la única nota de
testimonio cristiano.
En
vez de ser esto, un testimonio cristiano, la Navidad es una ocasión que muestra
en qué pobre medida los cristianos lo son, y aun que no lo son.
Aceptado,
sin saber seguro por qué, que en esta fecha hay que celebrar la Natividad de
Jesucristo, conviene que seamos consecuentes con el hecho que informa esta
celebración. La Navidad, no "viene" ni "llega", es un hecho
que está ahí, fijado en la historia y eterno en su significación. No se trata
de "pasarla", sino de "sentirla"; no para ser absorbidos
por la vertiente pagana de la fecha, sino por usarla como una ocasión más de
acercar las personas alrededor, a Dios y a su Cristo, a la Creación y a la Redención,
mediante el testimonio de la Palabra y la reflexión.
Reflexionemos,
pues, a casi diez meses vista: ¿cómo será para nosotros, personal, familiar y
comunitariamente hablando, la próxima Navidad? ¿Vamos a "pasarla"? o
vamos a "sentirla" y "usarla".
(Editorial
de la revista "Edificación Cristiana", Enero- Febrero 1.981)
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