"19 de agosto
de 1.905, sábado: llegué aquí con un ayudante español y tuve una cálida
bienvenida en todos los sentidos. Los queridos obreros tenían mucho que
contarme desde la última vez que los vi, y el fervor espiritual de varios
creyentes en la reunión hablaba de cómo el Señor ha hecho su obra en esta
oscura ciudad.
El domingo fue un
feliz día de cultos, y el lunes, después de un ocupado día, mis dos
colaboradores me dejaron al cargo del trabajo mientras ellos buscaban descanso
y un cambio de aires, que estamos seguros que el Señor se lo dará, por las muchas
oraciones y amorosos deseos que les acompañaron desde estos cariñosos
murcianos.
El martes hizo
bastante calor, y ¡tuve que batallar contra los mosquitos!
El miércoles, a las
4 de la madrugada, antes del alba, cinco de nosotros nos dispusimos a viajar a
un pueblo llamado Fortuna, al cual llegamos a las 8 de la mañana, y encontramos
un bonito y amplio salón con pequeñas habitaciones. Pero a pesar de un paseo encantador,
la Naturaleza no pudo aguantar más, y nos vimos obligados a tomar refugio en
una siesta, tan pronto como el lugar estuvo listo. ¡Qué sueño tan reparador!
cuando las cosas parecen peor, gracias a un poco de descanso, los asuntos se
vuelven con un aspecto más alegre, y así fue con nosotros. Después de una cena
improvisada leímos de la maravillosa provisión de Dios para su siervo (1º Reyes
17); estas pruebas fueron sin duda preparación para alguna utilidad futura.
A las 5 de la
tarde, una pandilla de niños vinieron, y tuvimos una pequeña reunión, después
de la cual fuimos a echar un vistazo por los alrededores y así visitar a
nuestros vecinos: primero de todo, en la posada principal conocimos al doctor
del pueblo; después la casa de un rico propietario, quien nos mostró gran
amabilidad, y desde luego, tuvimos que ver y admirar cada habitación de su
bonita casa de campo; después nos dirigimos al gran almacén de almendras, donde
fueron muy amables y corteses, pero uno podía ver que el lugar es
apropiadamente llamado Fortuna, ya que todos parecen estar empeñados en ganar
dinero. Todos asentían que el Evangelio era lo que querían, pero "los
cuidados de esta vida..." De todas formas, la mayoría de los jefes
vinieron por la noche a la reunión. Unas 200 personas estuvieron presentes,
pero el ruido de fuera y el movimiento de dentro la hizo difícil. Uno tras otro
los hermanos hablaron; pero no era muy alentador cuando escuchaban, "Ah, si
sólo hablaras más claro, y nos dijeras que tenemos que hacer y que significa
todo eso, entonces nos convertiríamos;" por otro lado, fue agradable
escuchar a un robusto trabajador decir, "vine la semana pasada y me
encontré las puertas cerradas, y estuve muy disgustado, porque yo no vengo por los
folletos, vengo porque me gustan las reuniones; no quiero fiestas ni
diversiones."
El jueves por la
mañana a las 4 ya estábamos de nuevo en la carretera hacia casa. ¡Oh, qué lujo
nuestra pequeña casa de misión con su té, baño y descanso! seguramente muchos
de nosotros somos ¡muy naturales y terrenales en nuestros deseos! pero el gozo
de su servicio nos anima por encima de todos los pequeños inconvenientes, ya
que es tal el privilegio de llevar las buenas nuevas a otros. Quiera el Señor
hacernos reales y salir para su servicio.
Unos pocos vienen a
la oración cada mañana de 8.30 a 9.30. Algunas veces los trabajadores apartan
una hora para estar presentes, y el Señor nos da un buen tiempo de oración,
alabanza y lectura.
Día 25. Algunas
mujeres vinieron...
(Continuará)
(Jessie Mathews)
(Publicado en la
revista "Gleanings from Spain", núm 10, octubre de 1.905, traducido
del inglés)
No hay comentarios:
Publicar un comentario