"... Creyentes caminando en la verdad.
El agradecimiento a Dios se oye a menudo en
nuestras reuniones de oración, y en otras ocasiones por habernos guardado en
sus caminos hasta ahora: de hecho, no es pequeña la misericordia con lo que nos
rodea. No contamos con atracciones exteriores para retener a las personas, mientras que las ceremonias de Roma agradan a
los sentidos. Solo podemos mantener nuestro "campo" por mantener la
santidad, y eso significa comunión con Cristo y obediencia a su Palabra. Con
los que se oponen está "la mano del hombre", riqueza, influencia y
números; con nosotros está el Señor nuestro Dios, y con su ayuda los creyentes
están firmes, son generalmente puntuales en su asistencia, y, aunque extremadamente
pobres, están listos para contribuir a las necesidades de otros, y a los gastos
de limpieza, luz, etc., voluntariamente dando a estas necesidades unas
cincuenta libras al año. No somos muy "dotados" pero encontramos
sitio para el uso de los talentos que tenemos, así que, en el verano cuando nos
vemos obligados a ausentarnos, los hermanos toman las responsabilidades de las
reuniones y las dirigen con beneficio y aceptación.
Durante el año varios han sido llamados al
Hogar Celestial. La pobre y anciana Teresa, de unos dieciséis años en comunión,
fue una de ellas. Su casa o mejor dicho su habitación estuvo siempre abierta
para todo aquel que quería saber sobre la verdad, y por años semanalmente se
celebró una reunión por la tarde. Pensamos que ella se merece nuestro
testimonio ya que hizo cuanto pudo todos los años que estuvo entre nosotros.
Todo el mundo en el lugar donde vivía la respetaba. Tal como recomienda el
evangelio.
Josefa fue otra; oyó la verdad casi
inmediatamente después de la revolución (1.868) y algunos años después vino a
nosotros para pedir el bautismo y se convirtió en "una madre en
Israel". Primeramente, y por un largo tiempo trabajó asiduamente como una
mujer-biblia y tenía un tacto peculiar, desarmando a los opositores con
acertados comentarios o una respuesta dócil y sabia. En el funeral, en el
camino al cementerio, dos hermanos dijeron: "nos reíamos de ella y nos
burlábamos cuando venía a nuestros talleres y hablaba con nosotros y nos
ofrecía libros; pero ella continuaba viniendo y no aceptaba una negativa hasta
que le compramos Biblias y asistimos a las reuniones". Con el paso de
los años, ya mayor y consecuentemente obligada a estar mucho más en casa, los
jóvenes creyentes a menudo iban a ella para consejo. "Los queridos
corderitos" les llamaba, refiriéndose a sus dificultades. Ahora ella
descansa de sus labores y de sus dolores, ya que pasó por un gran sufrimiento
por un largo tiempo. Seguramente fue verdad para ella, que su fin fue en paz,
porque cuando no pudo hablar más, ella miraba y sonreía hacia aquellos que la
rodeaban. Se había ganado la estima de sus vecinos así que ellos estaban
dispuestos a hacer pequeños servicios a su favor.
Otro fue un anciano amable..."
(Continuará)
Fuente de la información: Centro de
Documentación Evangélica, Toral de los Guzmanes, León.
Foto cortesía de Alex Quintero.
Estos informes de Fenn no constan en
otro Archivo en el Reino Unido o España.
(Traducción del inglés realizada como trabajo
voluntario)
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