“…Quinto
milagro: el matrimonio joven. El problema que se plantean todos es quien
cuidará a los ancianos. En una reunión de especialistas celebrada en Madrid
oímos que el principal problema de los hogares para ancianos es encontrar
personas dispuestas y debidamente aptas para ese trabajo. “Dios proveerá” es la
respuesta. Y Dios provee. Un día una pareja de novios se presenta a Ramón Vega
allá en Linares y le entregan una fuerte suma de dinero como ayuda para “La
Granja”. A las preguntas de Ramón, responden: “Lo teníamos preparado para
nuestra boda”. Y como que no quiere recibirlo, ellos insisten: “Lo tienes que
aceptar. Dios nos ha mandado que hagamos este donativo y también que
entreguemos nuestras vidas al servicio de esta obra”. No puede rechazarlo.
Son Juan y Antoñita.
Sexto
milagro: las casas de La Manga. Se conocen casos verdaderamente urgentes, pero
las obras van despacio y el corazón se encoge al pensar en los ancianitos que
aguardan impacientes. Sus cartas son conmovedoras. Dos familias, al mismo
tiempo e independientemente, sienten la necesidad de ofrecer sus casas de
veraneo, contiguas, en La Manga del Mar Menor, para atender los casos más
urgentes. Se recibe la oferta con gozo y Juan y Antoñita, que entonces trabajan
en Canarias a la espera de que llegue el momento de iniciar su ministerio, son
consultados. Ella está realizando su entrenamiento para cuidado de enfermos en
un hospital. Viajan a La Manga y reciben la primera ancianita: Antonia Márquez,
85 años de edad, paralítica y postrada en cama quince años. Las piernas
pegadas; encogido el pecho. Y es estupenda. Su alegría es contagiosa. Viene de
la iglesia de Huelva. Quienes la han oído cantar con gracia andaluza sus
coritos no podrán olvidarla jamás. Luego llegarán otras ancianas y Juan y su
esposa iniciarán su trabajo con más cariño que experiencia, aprendiendo con el
paso de los días a tratar a esos niños de pelo cano. Hemos estado en La Manga y
hemos visto como Dios está en el asunto.
La
querida Antonia ya está con el Señor. Había mejorado en su enfermedad: sus
piernas estaban casi rectas y conducía su silla de ruedas con alegre agilidad.
Una noche enfermó. El doctor de Cartagena, que la atendió sin cobrar ni un
céntimo, anunció su partida. Y se fue. En el corazón de los dos jóvenes se ha
hecho un nudo. Dirá Antoñita: “Ella no era solamente una querida hermana, sino
también una querida amiga, y ahora se nos va”. Tiempo más tarde fallece otra
anciana, de 92 años, Carmen, de Granada. Recientemente ha sido Jorja, que a sus
84 años vendía periódicos por las calles de la fría ciudad de León. En La Manga
se han vivido días de tristeza pero también de inmensa alegría, sobre todo
cuando de Linares llegan noticias de que las obras de La Granja siguen adelante
y que pronto irán allá.
Son
datos para una historia. La que tal vez se escriba un día. Llena de anécdotas
que conmueven; de experiencias que le hacen a uno doblar la rodilla delante del
Señor. En estas fechas, marzo del 74, la fase primera de La Granja está casi
terminada. Falta el acristalamiento, pintura, muebles, equipos de cocina,
lavado y plancha. Unos dos millones de pesetas. Confiamos que para esta
primavera los ancianos de La Manga podrán ocupar el edificio. Y con ellos hasta
un número de veinticinco diseminados en toda la geografía española: tenemos en
cartera peticiones de San Sebastián, León, Galicia, Asturias, Zaragoza, Madrid,
Barcelona, etc. Su hogar aún no está terminado.
Cuando
algunos nos preguntan ¿por qué en Linares?, hemos de contestar que Dios ha
señalado que la elección fue correcta; ahí están los milagros para confirmarlo.
El clima es ideal. Y la Iglesia allí lleva años orando por ese lugar aunque
ella misma no tenga muchos casos que atender. Ahora se espera la llegada de
Ureña, el gallego de las aguas. Junto con su esposa se dedicará a los trabajos
de granja y plantaciones. Según la provisión que llegue del pueblo de Dios se
seguirá adelante. Gracias a cada uno que ora y a cada uno que ayuda. Gracias a
los que oran y ayudan.
Adivino
a Juan y Antoñita en el comedor de una de las casas de la Manga. Han reunido a
las ancianitas y les están leyendo este trabajo. Sus rostros son una bendición
de Dios. Acaso luego oren dando gracias a su Padre, y al mío.”
Redactor: Apolos Garza
(Fuente: Revista
"Edificación Cristiana", nº 2, año 1.974
1 comentario:
Una bendición de Dios que sigue funcionando en nuestros días... Y se seguirá ayudando a muchos ancianos gracias a Dios y gracias a la ayuda de tanta gente, que invierte tantísimo tiempo en mejorar la vida de nuestros mayores.
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