Continuamos
con la exposición del misionero Juan Driver sobre cómo veía las Asambleas en España
en el año 1.976:
3)
El
concepto de Iglesia que predomina entre las Asambleas de Hermanos es
fundamentalmente comunitario. Se concibe a la asamblea semanal como una reunión
de los hermanos en la familia del Padre en torno al Señor Jesucristo. La
Iglesia es esencialmente una comunidad que comparte su vida en Cristo. Se
reúnen para ministrar unos a otros en el Espíritu de Cristo. En la asamblea
abierta se unen en adoración corporativa y se espera oír “Palabra de Dios” por
medio de la participación de los hermanos.
Sin embargo, el arreglo
arquitectónico de algunos de los locales, y las costumbres “litúrgicas” en
algunas congregaciones tienden a minimizar los aspectos comunitarios de la
reunión. El arreglo de los asientos en el local muchas veces está orientado
hacia la mesa de comunión y el púlpito (y a veces un órgano) que ocupan un
lugar prominente en uno de los extremos del local. En lugar de enfatizar la
comunidad de Cristo en que el pan está compartido, todo ojo está dirigido hacia
el lugar donde el que oficia parte el pan y donde el expositor proclama la
Palabra. La tentación a moverse hacia un sacramentalismo de facto semejante al
que predomina en las iglesias oficiales, tanto Protestantes como Católicas,
representa un peligro que debe ser tenido en cuenta.
4)
Históricamente,
el Movimiento de los Hermanos surgió como protesta contra un cristianismo tibio
y dogmático. Criticaban fuertemente a las Iglesias oficiales donde se
consideraban buenos cristianos aquellos que confesaban las doctrinas necesarias
de la Iglesia, pero que no se dedicaban con igual devoción a practicar las
exigencias éticas de Jesús y los apóstoles.
Sin embargo, se observan
varias tendencias entre los Hermanos que han servido para apagar algo de esa
seriedad ética. (Generalmente se ha mantenido un alto nivel de seriedad ética
en aquello que concierne a la vida personal, pero la seriedad en la aplicación
de las enseñanzas de Jesús a las dimensiones sociales de la vida no siempre ha
sido tan clara). En primer lugar, la larga lucha contra las manifestaciones del
liberalismo doctrinal ha tendido a llevarles a evaluar la vida cristiana
auténtica principalmente en términos de doctrina sana y luego (y no siempre se
llega a ello con igual énfasis) en términos de la práctica de una vida
cristiana. Y en segundo lugar, se nota entre las Asambleas de Hermanos una
fuerte tendencia a dar interpretaciones “espirituales” aun a las enseñanzas
bíblicas que son claramente éticas y prácticas. Aunque hay una clara
preocupación por la doctrina sana (y esto está muy bien), no siempre se nota
con igual claridad una preocupación por la seriedad en el discipulado cristiano
práctico en todas sus dimensiones (y esto no está bien).
5)
El
Movimiento de los Hermanos ha sido tradicionalmente, también, una protesta
contra una fe de tipo intelectualista y experiencia cristiana nominal. Ha
habido a lo largo de su historia un fuerte énfasis sobre la autenticidad de la
fe y la importancia de la experiencia profunda y personal. El culto libre, tan
fundamental entre los Hermanos, está destinado a dar expresión a esa auténtica
experiencia en Cristo. Se crea el ambiente en que el Espíritu le da a uno un
salmo, a otro doctrina, a otro una palabra profética, y a otro su aporte
particular, pero todos contribuyen a la edificación de la congregación.
Sin embargo, no se le escapa
al participante que presta un poco de atención en estas reuniones abiertas que
muchas de las intervenciones de los hermanos tienden a producirse en forma un
tanto estereotipadas. En lugar de reflejar nuevas experiencias en la gracia de
Dios, las oraciones de muchos hermanos se vuelven rutinarias. Incluso, repiten
domingo tras domingo las mismas palabras y las mismas fórmulas religiosas. De
vez en cuando la oración de algún recién convertido que todavía no ha aprendido
el “latín evangélico” que generalmente se emplea para estos propósitos, o de
algún hermano que sí ha ido experimentando nuevas dimensiones de la gracia de
Dios, cae sobre nuestros oídos como una brisa de aire puro y refrescante. ¡A
uno le dan ganas de abrir los ojos y mirar a ver quién es este hermano que ha
roto la rutina cúltica a que están acostumbrados! (No es que haya menos vida
espiritual auténtica entre los Hermanos que entre otros evangélicos.
Probablemente hay más. Pero sus formas neotestamentarias de asamblea ponen de
manifiesto en seguida cuándo aparece alguna falta de auténtica experiencia espiritual
en el culto. Mientras tanto la falta de autenticidad de experiencia espiritual
en la congregación puede muy bien pasar desapercibida en los clásicos cultos
protestantes al igual que en los católicos, debido a sus formas litúrgicas.)
6)
El
Movimiento de los Hermanos surgió el siglo pasado en una enérgica protesta
contra el estado dividido de la Iglesia Cristiana. La ausencia de auténtica
unidad era uno de los problemas fundamentales de la Iglesia de esa época y
desgraciadamente sigue siéndolo en nuestros días. De modo que esta protesta
contra el estado dividido del Cuerpo de Cristo sigue siendo tan urgente como lo
fue entonces.
Sin embargo, no es siempre tan
evidente en las Asambleas de Hermanos este interés fundamental en la unidad de
la Iglesia de Jesucristo. Por cierto, se critica (y con razón, a nuestro
juicio) los conceptos de unidad oficialistas que comenzarían sus esfuerzos con
la unión de estructuras eclesiásticas. Pero no es tan evidente la disposición
de los Hermanos a mantener conversación seria y fraternal con aquellos que difieran
en algún aspecto de doctrina y/o discipulado. Incluso, es más fácil dejar que viejas
diferencias se consoliden y se institucionalicen que insistir en reiniciar el
diálogo fraternal sobre cuestiones discutidas de fe y vida en la Iglesia. La
apostasía no se hereda (como tampoco es hereditaria la fe) de modo que la
Iglesia fiel siempre debe estar dispuesta reiniciar conversaciones dondequiera
que se le preste atención con disposición a reconsiderar y arrepentirse.
7)
Continuará..
Publicado
en la Revista “Edificación Cristiana”, núm 2, Año 1.976)
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