“Dos años antes de arraigar el Evangelio en la Villa de Ares, ocurrió
un incidente desagradable, cuando el oficial don Manuel Jordán y mi padre, don
Jorge Davis, fueron rechazados a pedradas, al intentar distribuir allí unos
tratados. Pero en mayo de 1916 escribe mi padre en una revista: “Hace algún
tiempo que en Ares (al otro lado de la ría y después de una hora a pie) hay
buena gana de recibir tratados. Don Enrique Payne (de La Coruña) y yo hemos
estado considerando mucho que debemos empezar obra allí, y hemos pedido en
Marín que oren por nosotros”. Ahora sucedió en Ares que los feligreses se
opusieron al cura párroco por una cuestión de terrenos. Un señor escribió en LA
HOJA DE ARES que no se preocupase más el señor cura, porque los aresanos habían
mandado por el “Pastor protestante” de El Ferrol. Leyeron esto con sorpresa don
Manuel y mi padre, pero enseguida fueron andando a ARES. Al verles aproximarse
por el camino, los labradores les dijeron alegres: ¡Vivan los Protestantes! y saludos.
Después de varias visitas en busca de un local para predicar, escribió
don Jorge como sigue: “En vista del local tan bueno que se nos ofreció en Ares,
el pasado viernes, acompañado de don Arturo Ginnings, presenté el aviso legal
para el Sr. Alcalde, a su secretario. Pasó casi dos horas consultando sus
libros, y nos entregó el duplicado sellado. Mucha oración se ha hecho en El
Ferrol y en otras iglesias, y alabamos a Dios que nos ha oído.”
“En la mañana del domingo 21 de mayo nos juntamos en Ares don Enrique
Payne y don Arturo Ginnings conmigo. Por toda la comarca estaban enterados, y a
las 4 de la tarde principiamos la reunión. Rápidamente y con quietud se llenó
el local de gente, 600 a 700 personas, y diez creyentes de El Ferrol, que
ayudaron mucho en los cánticos. El Señor nos ayudó grandemente al predicar la
maravillosa gracia de Dios para con los pecadores. Todos escuchaban con tal
atención se nos hacía fácil anunciar la historia de la Redención.” Sigue
diciendo mi padre: “Muchos de los presentes eran de los pueblos cercanos, a
pesar de una feria no lejos en otro pueblo (Puentedeume). Al anochecer, otra
buena reunión, con unos 400 presentes. Don Arturo quedará quince días, y
después vendrán más hermanos para ayudar. Hemos alquilado casa y traeré camas,
etc, desde El Ferrol, y don Enrique más cosas desde La Coruña. Seguimos con
cultos todas las noches. Anoche bastante más de 300 asistieron. Agradecemos vuestras oraciones.”
En agosto relata don Arturo: “Vuelvo a estar en Ares, esta vez con mi
querida esposa y los niños. Pasan de veinte los que han profesado fe. Ares
depende casi totalmente de la pesca de la sardina, y hace cinco o seis años que
ésta ha faltado casi del todo. Pero en la misericordia de Dios este verano se
ha pescado con abundancia, y todavía llega más. Claro que los aresanos dicen
que han venido las sardinas con el Evangelio. Damos gracias a Dios que así Le
reconocen en las cosas temporales. Los dueños de la tarrafa han tenido la
amabilidad de informarnos que podemos seguir utilizándola hasta diciembre.”
El primer entierro evangélico sucedió cuando una señora que asistía a
los cultos murió repentinamente. El cura le había negado el “viático”, pero no
había todavía cementerio civil. En La Coruña, don Enrique Payne obtuvo permiso
del Sr. Gobernador para que se autorizase el sepelio en una parcela de tierra
que hasta entonces se les había sido negado a algunos señores de Ares, lo cual
fue motivo de grande satisfacción. El cortejo fúnebre fue inmenso, y don Jorge
Condé (de Santo Tomé) predicó a una grande multitud en el cementerio, o sea,
donde éste había de construirse. Luego se construyó por los creyentes de la
Villa de Ares el cementerio dignísimo que durante tantos años ha recibido los
restos mortales de los que murieron en el Señor.
La presente Capilla Evangélica, cuyo bautisterio fue objeto de mucho
interés para los artesanos, se inauguró el día 10 de diciembre del mismo año en
que se inició la obra, o sea, 1.916. Asistieron 25 creyentes de El Ferrol y de
La Coruña. Por causa de un temporal se quedaron en Ares hasta el día siguiente,
amablemente alojados por los nuevos creyentes. Se celebraron reuniones todas
las noches, con asistencia de 300 a 400 personas escuchando con reverencia la
Palabra, y más almas se convirtieron al Señor.
Después de los cultos anuales en Ares del año 1.924, escribió don
Arturo: “Mirando atrás y viendo lo que el Señor ha hecho para nosotros aquí en
Ares, recordamos que cuando hace diecisiete años don Jorge (Padre) visitó esta
Villa acompañado de un oficial creyente, fueron apedreados y tuvieron que
volverse enseguida a El Ferrol.”
Ha habido, como en todas las iglesias, tiempos de prueba y
dificultades, pero gracias a la misericordia de Dios, la iglesia en Ares sigue
floreciente.
(Continuará)
(Publicado por Jorge de M. Davis en “Edificación Cristiana”, año
1.977, núm. 5)
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