"Por el año 1.928
algunos vecinos de este pueblo, en las alturas de la Sierra, decidieron que no
era necesario seguir pagando ciertos foros a la Iglesia Parroquial. Al
consultar la Ley sobre esta cuestión, se les indicó, casi en broma, que el
único remedio de eximirse de esta carga, sería que se hiciesen “Protestantes”.
Buscaron, por
tanto, a mi padre en El Ferrol, pero estaba ausente. De manera que recibiendo noticias
de la obra evangélica en Ares, pronto visitaron allí a don Arturo Ginnings,
quien no tardó en subir a Soaserra para predicar y enseñar el Evangelio. Así
que por la gracia de Dios se convirtieron de todo corazón al Señor algunos de
aquellos labradores. Uno de éstos acondicionó su pajar, a falta de local propio
para capilla evangélica y para predicar al público. El Pajar se utiliza hasta esta
fecha, en 1.977, pero al escribir estas líneas, ya se está construyendo
activamente una capilla amplia y moderna.
Hubo, como
siempre, persecuciones y tiempos difíciles. El problema de la falta de
cementerio de disidentes se enfrentó mediante el esfuerzo y sacrificios del
pequeño grupo de creyentes. Dieron terreno, y construyeron un cementerio que
atrae la vista, en unja carretera importante. El pueblo de Dios en Soaserra
siguió fielmente y creció, siendo visitado constantemente, no sólo desde Ares,
sino también desde El Ferrol. De aquí subían con frecuencia los domingos don
Ángel Fernández con alguno de sus hijos, andando y volviendo en el mismo día,
cruzando la Ría de El Ferrol.
El testimonio en
Maniños y Cardeita (Cabañas) ha sido el resultado de la fe de hermanos de
Soaserra, que cuando se casaron abrieron sus casas en aquellos lugares en esa
época, para que allí también sus vecinos conociesen las Buenas Nuevas. En ambos
sitios hubo bendición, y hoy disfrutan de capillas propias, levantadas con
mucho sacrificio y con amor al Señor."
(Publicado por Jorge de M. Davis en “Edificación Cristiana”, año
1.977, núm. 5)
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