lunes, 9 de septiembre de 2013

D. Edmundo Woodford: apunte biográfico. (1.891-1.966)

 
Reseña aparecida en la revista "Edificación Cristiana", enero-febrero de 1.967:
 
"Según anticipamos en el breve anuncio de nuestro último número, don Edmundo Woodford pasó a la presencia del Señor el día 7 de diciembre de 1.966. Fue figura tan destacada en la obra del Señor en España que es una grata obligación para la redacción de "Edificación Cristiana" poner de relieve algunas facetas de su persona y servicio dentro de lo que nos permiten las escasas referencias escritas sobre don Edmundo y los recuerdos de quienes le conocieron.
 
Juventud. Como tantos siervos de Dios que llegaron a dedicar sus vidas a la obra misionera, don Edmundo se crió en un hogar piadoso, aceptando a Cristo como su Salvador en su niñez. Era londinense, pero trababa fuertes lazos con las asambleas del condado de Suffolk. Ingresó en el cuerpo de funcionarios del estado, pero sus deberes profesionales no le impedían poder entregarse a un testimonio celoso y eficaz, aprovechando las oportunidades posibles para llegar a las almas con el Evangelio. Durante la primera guerra mundial mostró su grandeza de espíritu al rehusar el servicio militar por razones de conciencia. En aquella época no se hacían muchas concesiones a los que mostraban tales objeciones, pero el joven funcionario aguantó los sufrimientos con tal de ser fiel a lo que él creía ser la voluntad del Señor.
 
Llamamiento misionero. Creemos estar en lo cierto al decir que el interés de don Edmundo por España se despertó debido a su contacto con don Enrique Turrall y esposa. De todas formas empezó su "aprendizaje" en Marín en el año 1.919, a la edad de 28 años. Allí también halló la ayuda idónea quien había de estar a su lado durante tantos años, precediéndole en su paso a la gloria solo por un mes. Unidos en vida, hubo poca separación en su muerte.
Por la misma época llegaron otros obreros desde Inglaterra, pasando a su campo de servicio en España por la "cabeza de puente" de Galicia, quienes pueden considerarse de la misma "quinta" de don Edmundo. Nos referimos a los señores Biffen, Chapell y Davis. Estos nombres nos hacen meditar en los trabajos de los misioneros "veteranos", de los cuales quedan muy pocos hoy en día. Después de largos años algunos siervos de Dios vinieron también de las asambleas británicas -que tanta parte han tenido en "abrir brecha" para el Evangelio en España- pero el repaso de las filas de los misioneros nos impulsa a meditar en las responsabilidades de los hermanos españoles frente a las angustiosas necesidades de hoy. ¿Quiénes llenarán los huecos que el tiempo va abriendo en las filas de los obreros?
 
Don Edmundo, misionero pionero. Cuando don Edmundo llegó a España las asambleas más conocidas de Galicia ya se habían fundado, y en general, gozaban de una vida floreciente. Había mucho que hacer en la esfera de la labor pastoral y de la enseñanza para lo cual don Edmundo estaba notablemente preparado y dispuesto. Con todo, cuando algunos años de libertad abrieron otras posibilidades, no pudo contentarse con "lo hecho" y sintió la necesidad de llevar el Evangelio a distintos puntos de la provincia de Orense donde el Señor había abierto nuevas puertas. Las carreteras y caminos vecinales eran pésimos y los coches de entonces se averiaban con la mayor facilidad; las autoridades locales a veces eran complacientes y otras todo lo contrario, pero D. Edmundo era luchador y se animaba más frente a los obstáculos. Por ahí vino una notable extensión del testimonio en Galicia.
 
Don Edmundo, predicador, enseñador y consejero. Además de predicar constantemente en las iglesias más cercanas D. Edmundo recibía invitaciones constantes para las "reuniones anuales" de Galicia y para las conferencias de Madrid y Barcelona. Su figura alta y recta -en tiempos de salud normal- imponía respeto; sus mensajes eran  bíblicos cien por cien y se expresaba en términos claros; con todo, raras veces llegaba a la severidad y una sonrisa repentina endulzaba las exhortaciones. No dejó de acudir a Madrid mientras se lo permitía su salud, y sus ocasionales visitas al Centro y Sur dejaban un grato recuerdo de su ministerio entre casi todas las asambleas.
Colaboró con don Celestino Puente y don Mariano San León en la organización de las clases de verano de estudio bíblico en Villar, gozándose mucho al desmenuzar la Palabra ante los jóvenes que acudía. Era apreciado Consejero de CURSOS DE ESTUDIO BÍBLICO y con frecuencia basaba su ministerio en clases bíblicas en Vigo en uno u otro de los cursos, viendo la necesidad de una instrucción sistemática en la Palabra.
El periodo de la guerra civil -y el de la postguerra- afectó los planes de D. Edmundo como a todos los demás misioneros extranjeros, pero no dejaba de ejercer un amplio ministerio en Inglaterra donde era muy conocido y apreciado. Al llegar días normales hallamos a D. Edmundo radicado en Vigo donde se dedica a la labor -aparte de los viajes mencionados- viéndose la extensión de la obra en la fundación de la asamblea en Lavadores. Visitas de todas partes de Galicia pasan por su despacho para recibir ánimo y consejos.
 
Don Edmundo como escritor. D. Edmundo se carteaba con casi todos los líderes de la obra entre las asambleas y su máquina de escribir descansaba poco. Al igual que sus mensajes, sus cartas eran claras y contundentes, pues expresaba su opinión sin rodeos sobre los asuntos que surgían. Es un aspecto de su ministerio que conocen pocos, pero que se revestía de gran importancia en un círculo de iglesias que no admiten directrices de jerarquías ni de sínodos, pero que -por eso mismo- necesitan de los consejos de hermanos sabios en la Palabra.
Más conocida es su colaboración en las varias revistas que han circulado entre las asambleas, remontando hasta "El Evangelista" y "El joven cristiano" de antes de la Guerra Civil y llegando hasta "El Camino" que ahora se llama "Edificación Cristiana", en la cual apareció  un artículo suyo hace pocos meses. Se destaca una serie bastante extensa de estudios sobre los colegas del apóstol Pablo titulada "Mis colaboradores" que combinaba la exacta exposición con lecciones de gran importancia práctica. ¡Cuánto debemos recordar aquellas lecciones sobre la necesidad de una estrecha colaboración entre los obreros y guías al adelantar la Obra según las normas de la Palabra y bajo la dirección del Espíritu Santo!
 
El fin. La entereza del alma de este gran siervo de Dios se puso de relieve durante sus años de enfermedad, pues su determinación fue vencer las condiciones físicas hasta el límite de lo posible. Los viajes tuvieron que ser suspendidos por obligada necesidad, pero no por esto estaba menos "entregado" a la tarea. Sus últimas palabras, recogidas por su hija doña Eunice y su hijo político don Álvaro, expresan elocuentemente el sentido de su vida: "Trabajé todo lo que pude... estoy preparado para marchar". El entierro constituyó una imponente manifestación de simpatía y de aprecio, no sólo de parte de los hermanos sino de la ciudad de Vigo, representada por algunas de sus autoridades. Pero más importante es la otra esfera. Según el temor de sus últimas palabras, pudo haber dicho con el apóstol Pablo: "Téngannos los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel... el que me juzga es el Señor... cada uno recibirá su alabanza de Dios. (1ª Cor. 4:1-5). A lo que corresponde la "bienvenida": "Bien, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor."

 

 

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