Reseña aparecida en la revista "Edificación Cristiana", enero-febrero de 1.967:
"Según
anticipamos en el breve anuncio de nuestro último número, don Edmundo Woodford
pasó a la presencia del Señor el día 7 de diciembre de 1.966. Fue figura tan
destacada en la obra del Señor en España que es una grata obligación para la
redacción de "Edificación Cristiana" poner de relieve algunas facetas
de su persona y servicio dentro de lo que nos permiten las escasas referencias
escritas sobre don Edmundo y los recuerdos de quienes le conocieron.
Juventud. Como tantos
siervos de Dios que llegaron a dedicar sus vidas a la obra misionera, don
Edmundo se crió en un hogar piadoso, aceptando a Cristo como su Salvador en su
niñez. Era londinense, pero trababa fuertes lazos con las asambleas del condado
de Suffolk. Ingresó en el cuerpo de funcionarios del estado, pero sus deberes
profesionales no le impedían poder entregarse a un testimonio celoso y eficaz,
aprovechando las oportunidades posibles para llegar a las almas con el
Evangelio. Durante la primera guerra mundial mostró su grandeza de espíritu al
rehusar el servicio militar por razones de conciencia. En aquella época no se
hacían muchas concesiones a los que mostraban tales objeciones, pero el joven
funcionario aguantó los sufrimientos con tal de ser fiel a lo que él creía ser
la voluntad del Señor.
Llamamiento
misionero.
Creemos estar en lo cierto al decir que el interés de don Edmundo por España se
despertó debido a su contacto con don Enrique Turrall y esposa. De todas formas
empezó su "aprendizaje" en Marín en el año 1.919, a la edad de 28
años. Allí también halló la ayuda idónea quien había de estar a su lado durante
tantos años, precediéndole en su paso a la gloria solo por un mes. Unidos en
vida, hubo poca separación en su muerte.
Por
la misma época llegaron otros obreros desde Inglaterra, pasando a su campo de
servicio en España por la "cabeza de puente" de Galicia, quienes
pueden considerarse de la misma "quinta" de don Edmundo. Nos
referimos a los señores Biffen, Chapell y Davis. Estos nombres nos hacen
meditar en los trabajos de los misioneros "veteranos", de los cuales
quedan muy pocos hoy en día. Después de largos años algunos siervos de Dios
vinieron también de las asambleas británicas -que tanta parte han tenido en
"abrir brecha" para el Evangelio en España- pero el repaso de las
filas de los misioneros nos impulsa a meditar en las responsabilidades de los
hermanos españoles frente a las angustiosas necesidades de hoy. ¿Quiénes
llenarán los huecos que el tiempo va abriendo en las filas de los obreros?
Don Edmundo,
misionero pionero.
Cuando don Edmundo llegó a España las asambleas más conocidas de Galicia ya se
habían fundado, y en general, gozaban de una vida floreciente. Había mucho que
hacer en la esfera de la labor pastoral y de la enseñanza para lo cual don
Edmundo estaba notablemente preparado y dispuesto. Con todo, cuando algunos
años de libertad abrieron otras posibilidades, no pudo contentarse con "lo
hecho" y sintió la necesidad de llevar el Evangelio a distintos puntos de
la provincia de Orense donde el Señor había abierto nuevas puertas. Las
carreteras y caminos vecinales eran pésimos y los coches de entonces se
averiaban con la mayor facilidad; las autoridades locales a veces eran
complacientes y otras todo lo contrario, pero D. Edmundo era luchador y se
animaba más frente a los obstáculos. Por ahí vino una notable extensión del
testimonio en Galicia.
Don Edmundo,
predicador, enseñador y consejero. Además de predicar constantemente en las
iglesias más cercanas D. Edmundo recibía invitaciones constantes para las
"reuniones anuales" de Galicia y para las conferencias de Madrid y
Barcelona. Su figura alta y recta -en tiempos de salud normal- imponía respeto;
sus mensajes eran bíblicos cien por cien
y se expresaba en términos claros; con todo, raras veces llegaba a la severidad
y una sonrisa repentina endulzaba las exhortaciones. No dejó de acudir a Madrid
mientras se lo permitía su salud, y sus ocasionales visitas al Centro y Sur
dejaban un grato recuerdo de su ministerio entre casi todas las asambleas.
Colaboró
con don Celestino Puente y don Mariano San León en la organización de las
clases de verano de estudio bíblico en Villar, gozándose mucho al desmenuzar la
Palabra ante los jóvenes que acudía. Era apreciado Consejero de CURSOS DE
ESTUDIO BÍBLICO y con frecuencia basaba su ministerio en clases bíblicas en
Vigo en uno u otro de los cursos, viendo la necesidad de una instrucción
sistemática en la Palabra.
El
periodo de la guerra civil -y el de la postguerra- afectó los planes de D.
Edmundo como a todos los demás misioneros extranjeros, pero no dejaba de
ejercer un amplio ministerio en Inglaterra donde era muy conocido y apreciado.
Al llegar días normales hallamos a D. Edmundo radicado en Vigo donde se dedica
a la labor -aparte de los viajes mencionados- viéndose la extensión de la obra
en la fundación de la asamblea en Lavadores. Visitas de todas partes de Galicia
pasan por su despacho para recibir ánimo y consejos.
Don Edmundo como
escritor.
D. Edmundo se carteaba con casi todos los líderes de la obra entre las
asambleas y su máquina de escribir descansaba poco. Al igual que sus mensajes,
sus cartas eran claras y contundentes, pues expresaba su opinión sin rodeos
sobre los asuntos que surgían. Es un aspecto de su ministerio que conocen
pocos, pero que se revestía de gran importancia en un círculo de iglesias que
no admiten directrices de jerarquías ni de sínodos, pero que -por eso mismo-
necesitan de los consejos de hermanos sabios en la Palabra.
Más
conocida es su colaboración en las varias revistas que han circulado entre las
asambleas, remontando hasta "El Evangelista" y "El joven
cristiano" de antes de la Guerra Civil y llegando hasta "El
Camino" que ahora se llama "Edificación Cristiana", en la cual
apareció un artículo suyo hace pocos
meses. Se destaca una serie bastante extensa de estudios sobre los colegas del
apóstol Pablo titulada "Mis colaboradores" que combinaba la exacta
exposición con lecciones de gran importancia práctica. ¡Cuánto debemos recordar
aquellas lecciones sobre la necesidad de una estrecha colaboración entre los
obreros y guías al adelantar la Obra según las normas de la Palabra y bajo la
dirección del Espíritu Santo!
El
fin. La entereza del alma de este gran siervo de Dios se puso de relieve
durante sus años de enfermedad, pues su determinación fue vencer las
condiciones físicas hasta el límite de lo posible. Los viajes tuvieron que ser
suspendidos por obligada necesidad, pero no por esto estaba menos
"entregado" a la tarea. Sus últimas palabras, recogidas por su hija
doña Eunice y su hijo político don Álvaro, expresan elocuentemente el sentido
de su vida: "Trabajé todo lo que pude... estoy preparado para
marchar". El entierro constituyó una imponente manifestación de simpatía y
de aprecio, no sólo de parte de los hermanos sino de la ciudad de Vigo,
representada por algunas de sus autoridades. Pero más importante es la otra
esfera. Según el temor de sus últimas palabras, pudo haber dicho con el apóstol
Pablo: "Téngannos los hombres por servidores de Cristo y administradores
de los misterios de Dios. Se requiere de los administradores que cada uno sea
hallado fiel... el que me juzga es el Señor... cada uno recibirá su alabanza de
Dios. (1ª Cor. 4:1-5). A lo que corresponde la "bienvenida": "Bien,
buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel; sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu Señor."
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