lunes, 16 de septiembre de 2013

D. Enrique K. Haselden Montes (1.900-1.967)


 
Nació en La Carolina (Minas del Centenillo), hijo de padre inglés y madre española, educado en la religión protestante, pero ya joven estudiante, dudaba incluso de la existencia de Dios. Fue en el año 1.921 en Linares, cuando clamó a Dios pidiendo que se le revelase y en el mismo momento vio su condición de pecador, pidió el perdón de sus pecados y aceptó a Cristo como Salvador. Continuó estudiando, obteniendo los títulos de Perito Electricista, Perito Mecánico e Ingeniero Industrial.
Terminados sus estudios, en 1.929, vino a trabajar a Barcelona. En 1.930 contrajo matrimonio con doña Magdalena Urrutia Hernando. El 29 de noviembre de 1.931, domingo, a las 4 de la tarde, tuvo lugar la primera reunión pública en la Iglesia de Avenida Mistral, 97, entonces Avenida Milans del Bosch.
Durante el verano de siguiente año 1.932, eran bautizadas 25 personas. Antes de tres años el número de miembros de la nueva Iglesia rebasaba la cifra de cien.
El domingo, 4 de marzo de 1.934, se trasladaba la Iglesia a la calle Francisco Layret 167 (hoy Marqués del Duero). El motivo del traslado fue que en aquella época la Avenida de Mistral era un lugar muy poco transitado mientras que la calle Marqués del Duero, era un hormiguero de gente.
El emplazamiento de la nueva Iglesia fue bien aprovechado, pasaba tanta gente que se vio la necesidad de tener dos cultos de Evangelio durante la tarde, además de continuas campañas de Evangelización colocándose grandes carteles en la puerta de la Iglesia.
Además, se alquiló un pequeño local en la barriada de La Torrassa donde se predicaba todos los domingos el Evangelio, luego, cuando pareció que aquel barrio ya había sido evangelizado y no respondía, se trasladó a la barriada de Santa Eulalia, donde se alquiló otro local.
Vale la pena señalar que poco después de dejar Avenida Mistral 97, don Enrique Haselden alquilaba los mismos locales donde antes había estado emplazada la Iglesia para montar un taller. La Guerra Civil de 1.936-1.939 sorprendió a la Iglesia en pleno desarrollo, en los primeros días de la Guerra el local destinado a Evangelización en la Barriada de Santa Eulalia fue saqueado y se perdió todo su mobiliario, al final de la Guerra lo único que pudo recuperarse fue el armonio.
Terminada la Guerra Civil en el año 1.939, comenzó una época difícil para el pueblo de Dios en España. La iglesia de Marqués del Duero, 167, como todas las demás de Barcelona tuvo que cerrar sus puertas y don Enrique abrió las de su domicilio particular. En su casa se tenía el culto de Santa Cena, cultos de Evangelio, cultos de jóvenes. En más de una ocasión se rebasó la cifra de 100 asistentes. Como consecuencia de esto don Enrique fue detenido, permaneciendo dos semanas en la cárcel, y dada la circunstancia de ser súbdito inglés, fue expulsado de España. Esto ocurría en noviembre de 1.940 en plena Guerra Mundial.
Don Enrique tuvo que permanecer en Inglaterra hasta 1.945, pero allí no perdió el tiempo. En el lugar donde vivía, organizó una Escuela Dominical entre los niños del barrio y en el momento de dejar Inglaterra para regresar a España, dejaba organizada una Escuela Dominical con más de 150 niños, y con el gozo de haber visto a varios de ellos entregarse a Cristo.
Durante su ausencia, la Iglesia que se había reunido en calle Marqués del Duero, siguió celebrando cultos por las casas viendo como muchas personas aceptaban a Cristo como Salvador, una de las casas que se abrió para la predicación del Evangelio estaba situada en Santa Coloma y así principió lo que es hoy (n.r: escriben en 1.969) la Asamblea de Santa Coloma. Cuando en octubre de 1.945 las Iglesias de Barcelona pudieron abrir de nuevo sus puertas, una serie de circunstancias hacían necesario para la Iglesia que en 1.936 se reunía en calle Marqués del Duero otro lugar de culto, además de éste, y fue entonces cuando don Enrique generosamente cedió graciosamente el local donde tenía instalado su taller y así pudieron abrir las puertas dos Iglesias; una en calle Marqués del Duero y otra en Avenida Mistral.
Ya de regreso a España, don Enrique proyectó toda una reforma de los locales de su antiguo taller, derribando tabiques, cubriendo patios y construyendo un palco, y así llegó a su actual estructura la Iglesia de Avenida Mistral, esto tenía lugar en el año 1.947.
En octubre de 1.949, un grupo de hermanos de Mistral, sintiendo su deseo de extender el Evangelio a otro distrito y en plena comunión con la Asamblea Madre, abrían un nuevo lugar de culto en la calle Pinar del Río, 27 y al año siguiente ya era reconocida como Asamblea autónoma.
En septiembre de 1.956, un grupo de hermanos pertenecientes a las Asambleas de Marqués del Duero y Avenida Mistral abrían otro en la calle Alegría, 54 (La Florida), hoy Asamblea autónoma.
En octubre de 1.966, después de haberse comprado el terreno y edificado exprofeso para reunirse la Iglesia, sea abría un nuevo lugar de testimonio en el Pasaje de Jaime Roig 14 (Las Corts).
Al publicar estas líneas en memoria de don Enrique y dar toda la serie de datos que preceden no queremos ensalzar ni por un momento al hombre, sino por el contrario, mostrar lo que puede hacer el Señor con un siervo que se abandona en sus manos.
Don Enrique era para todos los que le conocíamos un hombre bueno, simpático, muy distraído, alegre, el antitipo de un santurrón, con sus defectos, sus fallos... pero un hombre redimido por Cristo que se había consagrado por completo a su Señor, y en su consagración no había excluido su bolsillo.
Don Enrique no dejó su profesión, con lo que ganaba de su trabajo cubría sus necesidades y ayudaba a la Obra, pero además se preparaba para poder predicar el Evangelio y exhortar a la Iglesia, y llegado el caso entregó todo lo que tenía a su Señor. En la madrugada de día 29 de junio último, don Enrique sufrió una trombosis cerebral que le afectó centros vitales, entre ellos el habla, aunque con dificultad había ratos que podía decir algo y teniendo a todos los suyos a su alrededor les expresó su gozo y su seguridad de ir con su Señor y cantó con ellos el himno "Cristo está conmigo: ¡Qué consolación!".
¿Había alguna preocupación en esos momentos? Sí, la salvación de todos sus seres queridos y parientes.
¿Algún sentimiento? Sí, el de su indignidad, algunas de sus últimas palabras, que repitió varias veces, fueron: "Estoy muy contento". "Estoy muy contento". "Todo por Gracia". "No merezco nada". "Todo por Gracia".
¿Se lamentaba de algo? Sí, de que su entrega a su Señor no hubiese sido mayor, de que no le hubiese podido ser más útil.
Cuando la enfermedad cerró sus labios, antes de que la muerte los sellase, ni una queja, su rostro reflejaba la paz y el gozo de su corazón, cuando los suyos le leyeron el Salmo 23 al llegar al versículo 4 "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo", él les interrumpió para expresar como pudo que aquella era su experiencia.
El día 7 de julio de 1.967, a las 7 de la tarde, el Señor llamó a su presencia a su siervo don Enrique, mientras todos los suyos y algún anciano de la Iglesia estaban orando alrededor de su cama.
 

(Revista "Edificación Cristiana", número complementario 1.967-1.968)

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