"El 19 de mayo
(de 1.966), coincidiendo con la festividad de la Ascensión del Señor, tuvimos
un día memorable con la inauguración de la capilla.
Allá por 1880 se
inició la Obra evangélica en la provincia. Tábara, Villalube, Fresno de la
Rivera... fueron lugares en que los siervos del Señor don Juan Nisbeth, don
Guillermo Mc Intos, don Eduardo T. C. Turral cosecharon los primeros frutos.
Allí aprendió don Federico Gray las primeras letras en español, cuando acababa
de llegar para entregar su vida al servicio de Dios en nuestra patria. Sus
polvorientas carreteras sabían bastante del pedalear de aquellas bicicletas que
parecían camellos, cuando no había que ir a pie o en diligencia. Muchos bellos
rincones podrían contarnos de las lágrimas, los anhelos, las súplicas de
aquellos siervos del Señor que, negándose a sí mismos, llegaron para traernos
el conocimiento del Evangelio. Persecuciones, dificultades, obligaron a los
creyentes a trasladarse a poblaciones mayores, siempre más liberales y menos
inhóspitas. Don Arturo Sahllis, don Gabriel Bermejo centraron sus esfuerzos en
la comarca de Benavente, donde cosecharon fruto, pero indudablemente sin perder
la vista a Zamora. Don Guillermo Willes abrió una capilla en la calle Cortinas
de San Miguel. Anteriormente, no sé si él u otro siervo del Señor, celebraron
cultos en una casa de La Cuesta del Piñedo. Allá por el 1929 mi padre
acompañaba a don Arturo Shallis para visitar algunos creyentes que había en
Zamora. ¡Cuántos recuerdos que el tiempo se encarga de difuminar! Ahora hace
falta desempolvar papeles para sacar a luz datos concretos de aquellas andanzas
que tan interesante nos sería conocer en detalle.
Hemos de
trasladarnos al año 1954 para coger nuevamente el hilo de la Historia. Los años
malos de la postguerra lo habían roto y enmarañado. Circunstancias difíciles,
pero indudablemente controladas por el Señor, trajeron a Zamora a doña Elisa
González, cuya casa quedó abierta para anunciar el Evangelio. Desde aquella
fecha nos venimos reuniendo, cada vez con mayores dificultades, porque el Señor
ha venido añadiendo día a día los que habían de ser salvos. Hubo que suprimir
las sillas para aumentar la capacidad del local, sentándonos en tablas
sostenidas por caballetes. Temíamos que un día apareciéramos todos en el piso
de abajo.
¿Cómo salir de la
situación? Nuestras fuerzas económicas eran pequeñas. Comenzamos a orar y a
juntar algunos fondos, a pesar de todo. Parecía sólo una ilusión. ¿Cuánto
tardaríamos en reunir lo suficiente? "Para Dios todo es posible." Los
hermanos que administran el "Fondo de Locales", y que conocían las
circunstancias, nos alentaron.
Apareció una casa que
parecía una oportunidad, pero no había dinero suficiente. Fuimos adelante en fe
y Dios proveyó por medio de un generoso donante, de tal modo que el Fondo pudo
prestarnos lo suficiente para la adquisición. Bien merece la pena sacrificarse
en sostenerle. Gracias a él pueden realizarse estos proyectos, para los que las
fuerzas de la localidad no alcanzarían.
En menos de un año
pasamos nosotros del proyecto, que nos parecía utópico, a la inauguración de
una capilla...
(Continuará)
(Rodolfo González)
(Publicado en la
revista "Edificación Cristiana", Mayo-Julio de 1.966)
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