Cabezo.-
Este es otro pequeño
pueblo en el que una mujer mayor con muy buena disposición siempre ofrece su
cocina para hacer reuniones y solemos encontrar un buen grupo de mujeres
deseosas de escuchar el Evangelio. La tristeza y el hambre de su mirada nos
hablan de que no están satisfechas con su religión, y no saben sobre el gozo de
la salvación. ¡Cómo nuestro corazones desean
que ellas sepan sobre Jesús como su Salvador! Una mujer no contó que le
había enseñado su Testamento a las monjas, quienes cuando lo vieron empezaron a
llorar frenéticamente, y le pidieron que lo tirara, diciéndole que era un libro
malo, pero para todas estas mujeres sería imposible separarse de su Testamento,
porque ellas saben que es verdad.
Su hijo (Tomás) ha
asistido regularmente a las reuniones en Pedrola, y parece muy inteligente. El
pasado sábado por la tarde, nos atrevimos a hablar con él de la salvación. Nos
dijo que quería ser salvo, pero que era imposible, porque iba a irse lejos a
otros pueblos a trabajar y no podría venir a las reuniones. Le explicamos que
nunca sería salvo por venir a las reuniones, era solo por tener fe en el Señor.
Oramos con él, y luego él pidió al Señor que lo salvara, y creemos que siguió
su camino gozoso al tener a Cristo como su propio Salvador. Estamos tan
agradecidas porque tuvimos la oportunidad de hablarle ya que al siguiente lunes
él se fue a vivir a un pueblo a varias millas de distancia."
Vuestras en el
servicio del Maestro, S. Sharpless y E. Heighes. (Pedrola, Zaragoza)"
(Publicado en la
revista "Gleanings from Spain", Noviembre de 1.898, traducido del
inglés)
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