DURAS REACCIONES
Tal despliegue no
va sin despertar serios temores en el Establecimiento religioso y provoca duras
reacciones. En Soria, al poco de llegar de visita Miss J. Mathews, el gobernador militar la hace arrestar, juntamente
con los dos misioneros británicos ya instalados. En plena guerra
hispano-americana, cualquiera que habla inglés resulta altamente sospechoso...
y el pretexto es excelente para expulsar de la provincia a esos "malditos
protestantes". ¿Qué hacer? Se quedan en Soria las dos "obreras
evangélicas" españolas: doña
Constancia y su hija. Estas testifican de casa en casa y el 5 de enero de
1.899, los cinco primeros evangélicos sorianos son bautizados -tras rigurosa
comprobación de que han nacido de nuevo (Jn 3:3 y 5)- en la casa-matriz de
Zaragoza. El 28 del mismo mes se abre el primer local evangélico soriano en la
calle de la Fuente, núm. 6. Como es de suponer, estallan las persecuciones. De
día, unos "elementos incontrolados" perturban ruidosamente las
reuniones, donde los creyentes cantan a pleno pulmón:
"¡Qué alegría
fue la nuestra cuando Cristo nos salvó!
Cuando en nuestras
almas derramó su amor,
Cuando la penosa
carga del pecado nos quitó,
¡Qué alegría nos
llenó el corazón!"
De noche, los
enemigos de Cristo destrozan la puerta y las ventanas del local a pedradas.
Avisado, el gobernador civil envía por fin un guarda... para apuntar nombre y
apellido de cuantos interesados quieren entrar. El obrero que "va a los
protestantes" está seguro de perder su trabajo; el tendero, de perder su
clientela... Como siempre: hay que doblegarse, marcharse o morir de hambre. Y
como esas medidas coercitivas no bastan, varios creyentes serán encarcelados
ilegalmente y repetidas veces por espacio de diez o incluso de quince días;
siendo su único "delito" el de querer adorar a Dios "en espíritu
y en verdad" (Jn 4:23-24)
Pero, por más que
ruge el Adversario, prosigue la obra. Unos evangelistas -rubios y morenos-
visitan regularmente cada uno de los once nuevos puntos de testimonio y desde
cada uno de ellos, los responsables locales recorren los pueblos y aldeas del
contorno. Así, por ejemplo, desde Pedrola visitan semanalmente Figueruelas, El
Cabezo, Alagón, Cabañas y Alcalá de Ebro, repartiendo porciones de la Palabra
de Dios, predicando en los mesones o en las encrucijadas de las calles y
caminos.
Tras quince meses
de trabajos apostólicos, además de todos los sitios ya mencionados, había un
testimonio fijo y continuado en Jaca, Burgos, Valencia, Teruel y Barcelona. En
esta última ciudad se trata (de momento) de una misión para marineros de muchas
nacionalidades, cuyos barcos recalan continuamente en el gran puerto catalán.
"Cuán hermosos
son los pies de fiel cristiano,
Quien cumple el
mandato de Jesús,
Va a las gentes
sumergidas en tinieblas,
llamándolas a la
luz"
EVANGELIZAR MÁS ALLÁ
Partiendo del
principio de "evangelizar en los lugares más allá... sin entrar en la obra
de otro" (2ª Cor. 10:16), la "Primitiva Iglesia Cristiana" sigue
extendiéndose en zonas y provincias donde no hay obra evangélica establecida;
salvo en dos grandes ciudades, poco ocupadas. En Madrid, el testimonio se
inicia en 1.899, en el barrio pobre y castizo de Lavapiés. Los principios son
muy lentos: durante los primeros años, la Villa y Corte sólo es un lugar de
paso para los diferentes misioneros; evangelistas y colportores de la misión,
en constantes desplazamientos. Así, en 1.905, sólo diecisiete madrileños tienen
el privilegio de "partir el pan" en el local de Lavapiés, donde cada
noche (salvo los miércoles) se proclama la Buena Noticia de salvación por
gracia, y salvo los sábados, consagrados a la oración comunitaria. Además, los
lunes y viernes por la tarde hay reunión de señoras. A éstas suelen asistir de
25 a 30 personas; a los cultos de evangelización, de 60 a 75, y en casos
excepcionales pasan del centenar. Entre las razones que explican el corto
número de hermanos en comunión, figura ésta: tan pronto como destacan creyentes
decididos y de valía, son enviados a evangelizar en provincias cercanas. Como
-por ejemplo- don Cecilio Benito o don Salvador Guevara, que sembraron la
Buena Semilla por Toledo, Guadalajara, Ávila o Ciudad Real y fueron más tarde
destacados colportores de la Sociedad Bíblica.
LUCES Y SOMBRAS...
(Continuará)
(Redactado por
Pablo Enrique Le More y publicado en la revista "Edificación
Cristiana", marzo-abril de 1.981)
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