La misionera C. B.
Light escribe en la revista "Gleanings from Spain", nº 9, Septiembre
de 1.905:
"Por muchos
años ha sido mi deseo visitar Zaragoza, para ver algo del trabajo de la misión
allí. Al final he podido cumplir mi deseo; y encontré que varias sorpresas me
estaban esperando. Lo primero era que yo pensaba que seguía siendo el centro
del trabajo, así que me sorprendí al saber que solo la srta. Heighes estaba
allí, viviendo en una casa, con una joven española.
La casa está en una
carretera amplia, con árboles a su largo, y la entrada es muy bonita, con sus
fuentes y plantas, a diferencia de muchas casas de misión. Me hospedaron en una
habitación con mucha luz y bien amueblada, todo parecía confortable y hogareño.
Dos misioneros españoles, con sus familias, viven en otra casa en la otra parte
de la ciudad.
Fue muy extraño
tocar la música de los himnos españoles en el armonio en las reuniones de la
tarde, que, a pesar del intenso calor y el tiempo tan ocupado, fueron muy bien
de asistencia. Están bastante actualizados, con traducciones de "Momento a
momento" y otros himnos modernos.
He perdido mucho de
mi compresión del español; pero todos las personas parecían muy fervorosas,
especialmente un hombre; y aunque nadie sabe lo que vendrá después en estas
reuniones -un himno, lectura, oración, o sermón- no hay confusión o largas pausas.
Me sorprendió
encontrar que en Zaragoza llamábamos menos la atención de lo que es normal con
las mujeres inglesas en algunas partes de España. Tuvimos unos simpáticos
viajes en un elegante "coche", con sus preciosas y rápidas mulas. Son
una parte muy necesaria del trabajo para llegar a los pueblos lejanos y a
aquellos que no tienen líneas ferroviarias. Solo lamento que no pudimos visitar
algunos de los pueblos a causa de la cojera de una de las mulas -aunque hicimos
un intento un día empezando a las 4.30 de la mañana. Durante el terrible calor
en Zaragoza, la mayoría de la gente parece cambiar la noche por el día, y en
una fiesta los habitantes estuvieron paseando toda la noche y los tranvías
circularon hasta las primeras horas de la mañana. Una siesta, por tanto, es
necesaria al mediodía, y nadie piensa en trabajar entonces.
Quizá la parte más
interesante del trabajo es visitar los pueblos, tanto con su buen o mal
recibimiento. (Yo solo experimenté lo primero).
Tomamos el tren un
día hasta Gallur, a 48 Kms. de Zaragoza - un lugar bastante desolado y seco;
las casas están construidas con arcilla, y todo parece del mismo color en las
calles y el campo. Lo único verde que he visto fue donde la tierra era regada
por el canal.
Aquí hay una
pequeña casa perteneciente a la misión, consistente en una habitación, cocina y
un recibidor, con estanterías y libros. Todo lo necesario está en el lugar, y
después que una mujer había barrido el lugar, estuvimos ocupadas limpiando el
polvo, haciendo camas, y cocinando.
Después fuimos a
través del pueblo, invitando a la gente a una reunión por la tarde y
distribuyendo folletos. Para mi sorpresa todos fueron bien recibidos, no
tuvimos desaires, y ni un niño nos persiguió.
No hubo mucha
asistencia a la reunión, ya que desafortunadamente había una función teatral
esa misma tarde. Después de eso algunos vinieron alrededor, solo para encontrar
que la reunión había terminado y nosotras nos habíamos retirado para descansar.
A la siguiente
mañana dejamos a esta buena gente y paramos en Pedrola, un par de estaciones
más cerca de Zaragoza. Aquí una mujer nos condujo en su carrito cubierto hasta
el pueblo. Llegando allí tuvimos que beber de la fuente, las aguas que
supuestamente tienen propiedades especiales; luego nos dirigimos más lejos a un
parte adosada del mismo pueblo, donde una de las más grandes sorpresas me
esperaba..."
Continuará
Foto: puente de Gallur (Zaragoza)
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