martes, 1 de noviembre de 2011

Apuntes autobiográficos del misionero Federico H. Gray. (IV parte)

1937.- "A mediados de enero recibí una sorpresa inesperada, pero muy placentera, pues al abrir la puerta de casa me encontré cara a cara un amigo muy amado, don Audelino González; por el momento me sentí algo como la muchacha Rhode (Hch 12;13), pero luego nos saludamos cordialmente y dimos gracias a Dios. Unos días después me fui otra vez a Marín para dar una serie de discursos a jóvenes y ancianos y tener unos días de íntima comunión con bastantes de los creyentes.
Servicios múltiples.- Los señores Davis nos visitaron con sus hijas y por la tarde él nos dio en la reunión un hermoso mensaje. También nos vino a ver don Enrique con dos jóvenes y nos unimos en oración muy provechosa delante de Dios. Más tarde me encontré con los señores Woodford y familia y tuvimos una animada conversación con este incansable obrero en los pueblos gallegos. Unos días después fui a buscar a don Arturo Ginnings en Santiago, y me llevó en su auto a Ares, donde participé de la Cena del Señor el domingo por la mañana, y por la tarde fuimos a El Ferrol para anunciar el Evangelio. El 1 de abril, con ciertas dificultades, pudimos celebrar un entierro en Soaserra, con mucho acompañamiento, pero en la Capilla. De allí continué hasta La Coruña, donde hallé a don Enrique Payne un poco mejor y permanecí allí el domingo, dándonos el Señor muy agradables cultos todo el día. Para terminar todo este vaivén, volví a Vigo en coche de línea, buscando un poco de reposo y refrigerio espiritual en el culto de partimiento de pan, pero supimos la triste noticia de la muerte trágica de un matrimonio de creyentes muy apreciados en esta iglesia.
A finales de mayo acompañé a los señores Woodford y Campelo a Santo Tomé para los cultos anuales, que fueron muy concurridos, asistiendo numerosos creyentes con sus familias y amistades, varios siervos del Señor dieron exhortaciones estimulantes y mensajes persuasivos, y disfrutamos de unas horas muy felices y bendecidos por Dios. Unos días después fui invitado por don Edmundo a Calvos con el mismo objeto. Comenzamos el domingo con el bautismo de seis recién convertidos, luego ellos fueron recibidos como miembros de la iglesia y participaron con nosotros de la Cena conmemorativa del sacrificio de Jesús mismo en la cruz. En el ministerio don Celestino Puente tomó parte, y el día entero resultó de mucho contentamiento, escuchando los mensajes de la Palabra y cantando alabanzas al Salvador. Luego volvimos a Celanova por unos días de visitas y reuniones que resultaron muy provechosas. Por fin volvimos a Vigo y el Señor nos concedió un día muy gozoso escuchando preciosos mensajes de don Edmundo y don Audelino y predicaciones impresionantes de don Jonatán y don Cecilio. En este verano tuvimos la satisfacción de ver a don Mariano San León y su hija en Vigo por una breve temporada y él nos dio en los cultos algunos discursos de su ministerio, que fue muy apreciado.
En estos días fui citado por el Juzgado por causa del extravío de un cheque inglés, pero parece que todo se arregló bien, pues no tuve que volver. Más tarde necesité tratamiento médico por obstrucción intestinal, y los señores Woodford, muy bondadosamente, vinieron y me llevaron a su hogar y me cuidaron hasta que me puse bien. Y un poco después nuestros amados hermanos los señores González sufrieron la pérdida dolorosa de uno de sus hijos. Muchos de sus parientes y amigos acudieron a consolarles y el entierro evangélico fue una manifestación de cariñosa simpatía y condolencia a los afligidos padres.
Al fin del verano pasé algún tiempo en el pintoresco pueblo de Santo Tomé, gozando de muy íntima amistad de los ancianos don José García y don Ángel Araujo, y este último me llevó por aquellos caminos rurales a visitar a varios enfermos y familias, y el Señor nos otorgó excelentes reuniones espirituales. Por aquel entonces sucedió un hecho que nos causó mucha tristeza –la capilla de Villar quedó clausurada y algunos hermanos detenidos-, esto nos llevó a humillarnos delante de Dios en oración. Un poco más tarde nos llegaron días de alegría por la feliz llegada a su hogar de los señores Berkley, pero al pasar unas semanas, desgraciadamente, se enfermó don Tomás y necesitó asistencia médica y muchos cuidados, de modo que estuve allí para ayudarle en cuanto pudiera hasta el fin del año. En las últimas horas del año celebramos la consabida fiesta de gratitud al Señor, bendiciéndole por todos sus beneficios recibidos por su misericordia y bondad."


(Continuará)
Publicado en la Revista "Edificación cristiana", (Enero-Febrero de 1.965)

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