lunes, 12 de noviembre de 2012

Opinión de un visitante. (Por Juan Driver, año 1.976)


“Nota de la redacción (original): Don Juan Driver es un hermano americano, especialista en Historia de la Iglesia, que nos visitó durante diez meses y tuvo un ministerio muy bendecido entre nosotros, especialmente en Madrid y Barcelona, aunque también visitó otras ciudades. Por su conocimiento de Hispanoamérica y por su calidad de visitante, nos interesaba saber cómo nos veía él a los que en España pertenecemos al llamado “Movimiento de los Hermanos”. Siempre es conveniente conocer la opinión que otros tienen de nosotros, especialmente cuando esos otros son de la honestidad y capacidad de nuestro hermano. Por eso le pedimos que nos escribiera lo que sigue.
La vida congregacional vigorosa que se halla en las Asambleas de Hermanos es algo que no escapa al observador cuidadoso de la situación de la Iglesia Evangélica en España. Su eclesiología básicamente comunitaria y su concepto neotestamentario de los ministerios han sido elementos valiosos en el cumplimiento de su misión durante los tiempos generalmente adversos que han caracterizado la historia de la Iglesia Evangélica en España. Las observaciones que aparecen a continuación surgen de un verdadero aprecio por los Hermanos españoles con los cuales hemos gozado de comunión espiritual durante los últimos diez meses, y de sincera gratitud a Dios por su vida y testimonio evangélicos.
 
1)          En las Asambleas de Hermanos las Sagradas Escrituras son autoritativas. Esta insistencia en la autoridad bíblica les ha librado a los Hermanos muchas veces de la tentación a seguir las modas doctrinales que han hecho estragos en algunas otras denominaciones cristianas. El papel de la Palabra de Dios en la Iglesia es fundamental. Y esto se confiesa con cristalina claridad entre los Hermanos.
Sin embargo, la perspectiva desde la que se lee y se interpreta la Palabra no siempre ha respondido a la naturaleza de la Palabra misma. A veces ha habido más interés en la sana doctrina (ortodoxia) que en descubrir las formas que toman una auténtica obediencia a nuestro Señor (ortopraxia). La Palabra escrita ha de ser leída e interpretada a fin de ser obedecida en la Iglesia. (“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” Jn 7:17) En lugar de intentar leer el texto bíblico en primer lugar desde la perspectiva provista por el contexto mismo, a veces se detecta en las Asambleas la tentación a leer los textos a través de la óptica de algún sistema doctrinal, que, por bien intencionado y útil que haya sido en algunos aspectos, es después de todo, un sistema humano y no debe ser usado para predeterminar la interpretación del texto bíblico. La Palabra misma ha de proporcionarnos nuestras claves hermenéuticas. La intención del escritor y la forma en que los primeros lectores entendían el texto son fundamentales para la recta interpretación. A veces no se oye auténtica “Palabra de Dios” en las Escrituras porque se leen a través de la óptica de un sistema predilecto que permite “espiritualizar” pasajes que incomodan y “posponer” para un futuro los elementos de un discipulado que irían contra la corriente de algunas de las prácticas éticas actuales.
 
2)          Pocas denominaciones cristianas han logrado criticar en forma más radical y eficaz el sacramentalismo y el profesionalismo en los ministerios en la Iglesia. En la tradición de los Hermanos se destaca el sacerdocio de todos los creyentes y un ministerio carismático bien entendido (es decir, ministerios derivados de los dones dados por Dios a su Iglesia para su plenitud como Cuerpo de Cristo (Efe. 4 y Williams, Iglesias vivientes, pág 47) en una forma que bien podría servir de modelo para congregaciones de otras denominaciones.
Sin embargo, uno no puede menos que notar tendencias en algunas asambleas a prescribir los dones y ministerios que Dios da a la Iglesia. Por razones doctrinales o prácticas a veces se limitan los dones que Dios da a la Iglesia en la actualidad a ciertos ministerios que en la experiencia han sido hallados especialmente “útiles”. Desde luego, apertura en la Iglesia a todos los dones y ministerios que Dios quiere otorgar a su pueblo significa también el ejercicio de la necesaria supervisión y los controles de la asamblea sobre todos los dones y ministerios en la congregación. Debe resistirse la tentación a ponerle límites a la actividad del Espíritu de Dios que dones “como Él quiere” para la auténtica edificación del Cuerpo de Cristo. (Ver 1ª Cor 12-14; Rom 12; Efes 4)
 
3)   …" Continuará.

 

Publicado en la Revista “Edificación Cristiana”, núm 2, Año 1.976)

 

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