Estas circunstancias duraron seis años, mientras la familia Groves se dedicó a su vida personal familiar. En tal estado de ánimo, Groves, cerca del año 1822, empezó a leer su Biblia con gran entusiasmo (y durante algún tiempo casi no abrió otro libro…El consagrarse a la lectura de la Biblia con el sincero propósito que Groves traía a sus estudios produce muchas veces unos resultados sobrecogedores).
Se ha dicho que lo que hallamos en la Biblia es una buena indicación de la clase de persona que somos. Era muy característico de Groves que él hallara en ella lo que constituía un reto a su propio estilo de vida y a la prosperidad material y el confort que era su consuelo principal.
Su profesión le daba beneficios de unas mil libras anuales (cantidad muy respetable en aquel entonces) y cada año aumentaba. Era hombre de una naturaleza llena de sensibilidad y le embarazaba su buena fortuna. Por eso es natural que sus lecturas bíblicas se centrasen sobre el debido uso de los bienes materiales. La primera señal de estas convicciones en desarrollo vino cuando Groves y su esposa juntos decidieron distribuir una décima parte de sus ingresos de forma regular entre los más necesitados de su barrio, y su esposa tomó la responsabilidad personalmente de la necesaria visitación y distribución. Fue causa de una crisis decisiva en Maria Groves, al encontrarse con casos de una indigencia espantosa, y sin embargo en medio de ella una fe viva y verdadera.
Con sus pensamientos hechos un lío y preocupado por un temor secreto que su oposición a los planes misioneros de su esposo le estaba impidiendo responder a un llamado genuino de parte de Dios, Mary Groves al principio demostró señales de refugiarse en un estado de mala salud. Sin embargo pronto pudo vencer esta reacción morbosa, y empezó a aportar más entusiasmo a las convicciones de su esposo. Vista la gran necesidad de la cual ya tenía una experiencia de primera mano, acordó con él en dar no sólo una décima parte sino una cuarta parte de sus ingresos. Tenían 3 niños, y en sus propias palabras querían que sus donaciones representaran “otro, o sea, un cuarto niño”. No pasó mucho tiempo, y esta decisión también fue revisada, y los Groves empezaron a dar todos sus ingresos, después de cubrir sus modestas necesidades más imperativas, al servicio de Dios.
Estas convicciones ya maduradas fueron plasmadas por Groves en un librito, cuya primera edición fue publicada en 1825. “La Mayordomía Cristiana” fue una publicación notable. Lo mejor de la literatura cristiana del día, representada por los tratados populares de Hannah More y sus contemporáneos, aceptaba las divisiones sociales de su día con lo que a nosotros nos suena a una afectación intolerable. Utilizaba la religión para mitigar los síntomas de la injusticia social, mientras apoyaba la misma estructura causante de tal injusticia. Por otra parte Groves, pasaba felizmente por alto las barreras y distinciones sociales. Su respuesta era personal y práctica. Las posesiones párale, eran sencillamente un medio para el servicio cristiano; las riquezas un positivo pelígro para sus poseedores y sus dependientes. Tomando las palabras de Cristo literal y llanamente, Groves consideraba que el acopio deliberado de riquezas era un estorbo muy claro para la piedad personal; sinceramente él creía que era un claro deber usar todos los bienes en el servicio de Dios. Las consecuencias de esta “temeridad” tanto para uno mismo como para sus dependientes, podían dejarse a la providencia de nuestro padre, Dios, y a la responsabilidad cristiana de los demás. Resumió así su filosofía: “ El lema cristiano debe ser, trabajar mucho, consumir poco, dar mucho, y todo a Cristo”. Groves estaba muy lejos de ser un radical o un revolucionario, pero no nos debe sorprender que algunos que se dieron cuenta de las implicaciones sociales de sus principios (cosa que parece que el mismo apenas hizo), se opusieron fuertemente a su panfleto.
Quizás nos parecen algo extremistas algunas de las deducciones que Groves sacó de su lectura de las Escrituras, e incluso nos pueden parecer demasiado ingenuas sus ideas económicas, pero es difícil no sentirse atraído por la fuerza y la sencillez de su fe y, de hecho, por la lógica de su posición. La raíz de sus ideas se hallaba en su devoción personal; la entera consagración de las posesiones y los talentos, que el aboga como resultado de una profunda devoción a Cristo. El amor cristiano que el encontraba en la iglesia primitiva lo quería ver en práctica en su propio tiempo:
“El cree que esta manifestación de amor fue hecha por la entera y efectiva (no técnica) consagración de ellos mismos, sus bienes, su tiempo y sus talentos a Cristo, su Señor y Rey”.
Se ha dicho que lo que hallamos en la Biblia es una buena indicación de la clase de persona que somos. Era muy característico de Groves que él hallara en ella lo que constituía un reto a su propio estilo de vida y a la prosperidad material y el confort que era su consuelo principal.
Su profesión le daba beneficios de unas mil libras anuales (cantidad muy respetable en aquel entonces) y cada año aumentaba. Era hombre de una naturaleza llena de sensibilidad y le embarazaba su buena fortuna. Por eso es natural que sus lecturas bíblicas se centrasen sobre el debido uso de los bienes materiales. La primera señal de estas convicciones en desarrollo vino cuando Groves y su esposa juntos decidieron distribuir una décima parte de sus ingresos de forma regular entre los más necesitados de su barrio, y su esposa tomó la responsabilidad personalmente de la necesaria visitación y distribución. Fue causa de una crisis decisiva en Maria Groves, al encontrarse con casos de una indigencia espantosa, y sin embargo en medio de ella una fe viva y verdadera.
Con sus pensamientos hechos un lío y preocupado por un temor secreto que su oposición a los planes misioneros de su esposo le estaba impidiendo responder a un llamado genuino de parte de Dios, Mary Groves al principio demostró señales de refugiarse en un estado de mala salud. Sin embargo pronto pudo vencer esta reacción morbosa, y empezó a aportar más entusiasmo a las convicciones de su esposo. Vista la gran necesidad de la cual ya tenía una experiencia de primera mano, acordó con él en dar no sólo una décima parte sino una cuarta parte de sus ingresos. Tenían 3 niños, y en sus propias palabras querían que sus donaciones representaran “otro, o sea, un cuarto niño”. No pasó mucho tiempo, y esta decisión también fue revisada, y los Groves empezaron a dar todos sus ingresos, después de cubrir sus modestas necesidades más imperativas, al servicio de Dios.
Estas convicciones ya maduradas fueron plasmadas por Groves en un librito, cuya primera edición fue publicada en 1825. “La Mayordomía Cristiana” fue una publicación notable. Lo mejor de la literatura cristiana del día, representada por los tratados populares de Hannah More y sus contemporáneos, aceptaba las divisiones sociales de su día con lo que a nosotros nos suena a una afectación intolerable. Utilizaba la religión para mitigar los síntomas de la injusticia social, mientras apoyaba la misma estructura causante de tal injusticia. Por otra parte Groves, pasaba felizmente por alto las barreras y distinciones sociales. Su respuesta era personal y práctica. Las posesiones párale, eran sencillamente un medio para el servicio cristiano; las riquezas un positivo pelígro para sus poseedores y sus dependientes. Tomando las palabras de Cristo literal y llanamente, Groves consideraba que el acopio deliberado de riquezas era un estorbo muy claro para la piedad personal; sinceramente él creía que era un claro deber usar todos los bienes en el servicio de Dios. Las consecuencias de esta “temeridad” tanto para uno mismo como para sus dependientes, podían dejarse a la providencia de nuestro padre, Dios, y a la responsabilidad cristiana de los demás. Resumió así su filosofía: “ El lema cristiano debe ser, trabajar mucho, consumir poco, dar mucho, y todo a Cristo”. Groves estaba muy lejos de ser un radical o un revolucionario, pero no nos debe sorprender que algunos que se dieron cuenta de las implicaciones sociales de sus principios (cosa que parece que el mismo apenas hizo), se opusieron fuertemente a su panfleto.
Quizás nos parecen algo extremistas algunas de las deducciones que Groves sacó de su lectura de las Escrituras, e incluso nos pueden parecer demasiado ingenuas sus ideas económicas, pero es difícil no sentirse atraído por la fuerza y la sencillez de su fe y, de hecho, por la lógica de su posición. La raíz de sus ideas se hallaba en su devoción personal; la entera consagración de las posesiones y los talentos, que el aboga como resultado de una profunda devoción a Cristo. El amor cristiano que el encontraba en la iglesia primitiva lo quería ver en práctica en su propio tiempo:
“El cree que esta manifestación de amor fue hecha por la entera y efectiva (no técnica) consagración de ellos mismos, sus bienes, su tiempo y sus talentos a Cristo, su Señor y Rey”.
(Continuará)
El movimiento de los Hermanos , Roy Coad (Traducido por Catalina Redman de Wickham)
Edificación Cristiana, nº 113, diciembre de 1985, p.9
El movimiento de los Hermanos , Roy Coad (Traducido por Catalina Redman de Wickham)
Edificación Cristiana, nº 113, diciembre de 1985, p.9
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