lunes, 16 de mayo de 2011

Escenas de la Vida Misionera en España. Ernesto H. Trenchard. CEFB. 2011.

Hablar de Ernesto Trenchard es recordar a uno de los misioneros ingleses más conocidos y queridos de nuestro país en el siglo XX. “Don Ernesto”, como es recordado por sus discípulos, nació en 1902 (Woodley, Inglaterra), aunque su familia era de Devon y formaba parte de las Asambleas de Hermanos, movimiento evangélico caracterizado por su amor al estudio de las Escrituras y su afán misionero. Trenchard estudió Ciencias en Bristol, aunque más tarde obtuvo dos licenciaturas, una en Castellano y otra en Francés en la universidad de Londres. Sin embargo, su vocación misionera permite que después de conocer a Tomás Rhodes, quien servía como misionero en España, viaje a España en 1924. Aquí contrajo matrimonio con Gertrudis Willie, viuda de un misionero en Málaga y Melilla y se van a vivir a Piedralaves (Ávila). Después, por invitación de los padres del conocido poeta evangélico Santos García Rituerto, se instalan en Arenas de San Pedro en 1928, donde nacen sus primeros cuatro hijos en condiciones muy desfavorables, dada la oposición a la predicación del Evangelio por parte de las autoridades eclesiásticas.
“Escenas de la Vida Misionera en España” fue publicado en inglés en 1932, ocho años después de que Don Ernesto llegase a España y según palabras del autor, no es un relato histórico ni biográfico, sino la narración de su observación desde la experiencia personal, para que el lector inglés se familiarizase con la obra en España mientras colaboraba orando y financiando el sostenimiento de distintos misioneros. Por tanto, estas páginas no mezclan la realidad con la ficción, y además de mostrar la visión y amor de este hombre de fe para que el Evangelio se extendiese por la Península, transpiran lo que dice Manuel Azaña en la Nota Preliminar de “La Biblia en España” de George Borrow, y que se puede trasladar a las vivencias de Don Ernesto: “Los paisajes, los lugares, las figuras, están notadas con puntualidad; es excelente en la inteligencia de las costumbres, y no hay en el libro caricatura ni falsificación de sentimientos”. Es decir, si alguien quiere conocer de primera mano la vida y costumbres de pueblos como Sotillo, Piedralaves, Casavieja, Guisando o Soto Serrano en los años 20, no debería dejar de leer este relato porque difícilmente encontrará una pluma tan escogida para describir cada escena; como botón de muestra una escena con reminiscencias bíblicas en Piedralaves: “España mira más hacia el Mediterráneo que hacia el Atlántico, ya que tanto geográficamente, climatológicamente, y hasta desde el punto de vista racial tiene mucha afinidad con la sagrada tierra que ocupa el extremo opuesto del Mar Grande. Los olivares, con sus árboles bajos y espeso follaje, nos recuerdan a Getsemaní. La vendimia, cuando los hombres descalzos, y con sus ropas manchadas con el zumo que parece sangre, pisan el fruto delicioso en el lagar, son una poderosa ilustración de Isaías 63:2-3”.
Sin embargo, no todo es tan poético, en aquellos días era peligroso invitar libremente a la gente a las reuniones para estudiar la Biblia, la ley prohibía grupos que superaran la veintena de personas. Por tal motivo, algo que debería ser tan normal como enterrar a un creyente según su deseo y fe, supuso uno de los episodios más desconocidos de la vida del autor, su encarcelamiento a causa de la instigación del cura y el alcalde de Sotillo. Don Ernesto tiene que dejar su trabajo de enfermero ayudando a un médico local, uno de las muchas ocupaciones que realizó para sostener a su familia mientras predicaba el Evangelio, y se presenta en el Ayuntamiento como el peligroso reo con sus armas preparadas para ser encarcelado: “Un maletín lleno de libros y materiales para escribir”. La situación era tan injusta que una vez en la cárcel un hermano llamado Baltasar estaba tan apenado que pedía ocupar su lugar. Casi el terminar estas páginas, el autor expresará: “Las montañas que se levantan alrededor de Arenas siguen su impasible devenir a través de los siglos. Los arroyos cantan alegremente como siempre en su viaje a los valles más bajos. Las torres del castillo y la iglesia contemplan frías e indiferentes las casas apiñadas a sus pies. Pero en los cambiantes corazones humanos de los que residen en las casas y caminan por calles se libra una gran batalla: la lucha entre la verdad y el error, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte”.
Don Ernesto fue misionero es España durante cuarenta y seis años, escribió unos 22 libros, fundó y dirigió CEB (Cursos de Estudio Bíblico), la editorial “Literatura Bíblica”, fue presidente de la Alianza Evangélica Española, e impulsor de la Comisión de Defensa de los Evangélicos. Por todo esto, la huella que ha dejado en muchas personas es imborrable.

Además de todo lo expuesto, el Centro de Formación Bíblica de Madrid (CEFB), promueve la lectura de otro libro de inminente aparición: “El Evangelio en España”, recopilación de cartas de misioneros a cargo de George Lawrence, misionero inglés que llegó a Madrid para establecerse en España en 1863, y que fundó la primera Asamblea de Hermanos en Cataluña. Es otro de los misioneros más reconocidos en nuestro país y a buen seguro, este libro será de gran estima por el deseo de conocer más sobre la vida de este insigne personaje.


Redacción: David Vergara


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