lunes, 14 de noviembre de 2011

Apuntes autobiográficos del misionero Federico H. Gray. (VI parte y última)

Con los apuntes de hoy terminamos la serie dedicada al misionero Federico H. Gray que él mismo publicó en la revista "Edificación Cristiana":

1.939.- “Después de despedirme de las asambleas de Vigo y Marín, me encaminé a El Ferrol del Caudillo, en donde me encontré con los señores Davis, y con ellos salimos en su coche para Gijón, visitando a San Miguel y pasando un domingo allí con los hermanos, gozando del amor fraternal; luego llegamos a Tapia y Oviedo, donde nos detuvimos antes de continuar a Gijón, en donde entramos al anochecer, algo cansados, pero contentos. Los señores Davis se vieron obligados a volver, pero convenía que me quedara allí, pues todavía los carpinteros y pintores estaban terminando los trabajos de remediar ciertos defectos en la casa; así permanecí tres meses allí; tratando de poner todas las cosas en orden y componer la instalación eléctrica, pues todavía no teníamos permiso para celebrar cultos. Durante mi estancia allí gocé de mucha comunión fraternal con don Daniel García y otros hermanos, pero desdichadamente fallecieron dos amados hermanos en este tiempo. El primero, don Félix Tornadijo, antiguo amigo mío y muy apreciado en esta iglesia, y luego una joven llamada Araceli, muy fiel al Salvador; en esta ocasión, con la ayuda de don Daniel, logramos celebrar un entierro evangélico, y ayudados por el Señor, el culto fúnebre en el cementerio dejó muy impresionado a todo el auditorio.
Volví hasta Lugo por coche de línea y allí pasé dos días muy felices con don Vicente Rodríguez, esperando mi maleta, que se había extraviado; luego seguí a Pontevedra y Marín, donde me quedé con los señores Turrall el domingo, participando en los cultos. En Vigo encontré a doña María muy indispuesta, más tarde fue llevada a Santo Tomé y allí mejoró algo; volvió a Vigo a mediados de junio, pero siempre en estado muy delicado.
Habiéndose los señores Woodford trasladado a Vigo para sustituir a don Tomás, la asamblea entró en nueva fase y se reunieron muchísimos hermanos para los cultos anuales, muchos siervos del Señor tomaron parte en el ministerio de la Palabra con mucho provecho para los oyentes; finalmente, don Enrique nos dio a los ancianos y obreros un precioso discurso muy instructivo, animándonos a una vida más fiel en todo nuestro servicio al Señor.
Ya que los señores Conde habían regresado a su hogar, me invitaron a visitarles y disfrutamos de un tiempo muy gozoso recordando las muchas misericordias y bondades de Dios en estos últimos años. En junio fui otra vez a Celanova, Taboadela y Calvos, y les ayudé a pintar la Capilla. El domingo, con una buena asistencia, tuvimos primeramente algunos bautismos, seguido de la Cena del Señor, y terminamos el día con fervorosas predicaciones del Evangelio. Después hice varias visitas a La Guía y San Vicente, y también a Santo Tomé y Marín, para ayudar en varios cultos, pero el acontecimiento más notable de este otoño fue el Jubileo de don Enrique Turrall, celebrado en Marín el 29 de octubre. Como esta fecha cayó en domingo, comenzamos el día con la Cena del Señor; luego , por la tarde, hubo una reunión muy concurrida, el la cual los ancianos, representantes de otras asambleas de esta región, tributaron mensajes de gratitud y aprecio a este veterano misionero y la congregación le presentó un hermoso reloj grabado con una dedicatoria. En la reunión de la noche, don Enrique nos deleitó con reminiscencias de sus trabajos y servicio a Dios, y cantamos un himno de alabanza por su larga vida de servicio consagrada al Salvador.
Los señores Woodford regresaron al fin de noviembre y todos les dimos una cordial bienvenida el último domingo del mes; después disfruté de unas Navidades muy felices con los señores Conde y me despedí del apreciado Santo Tomé; más tarde di un afectuoso adiós a los señores Turrall y últimamente a la viuda de don Tomás, los señores Woodford y los queridos hermanos de Vigo. Al principio del nuevo año comencé mi viaje de regreso a Valladolid, teniendo oportunidad para muchas despedidas cariñosas en el camino.
Fue para mí una gran satisfacción pasar una breve temporada en la población que había sido mi hogar durante tantos años, y los señores San León me cuidaron bien; luego, la comunión fraternal de todos los hermanos y los cultos familiares me proporcionaron horas de consuelo y gozo, pero pronto tuve que emprender el viaje a Inglaterra, acompañado de la señorita Ginnings, a petición de sus queridos padres. Hicimos la jornada hasta París bastante bien y allí quedamos un día con el comandante Salwey, quien nos llevó a todos los edificios históricos que tienen tantos recuerdos para nosotros. Al anochecer continuamos nuestro viaje hasta Dieppe, y de allí hicimos la travesía sin novedad a Inglaterra, y desembarcamos en Newhaven; cuántas gracias dimos a Dios por su protección de tantos peligros en esta terrible guerra mundial, pues Francia cayó unos días después de nuestro paso por París.
Personalmente quisiera tributar a mi fiel y amante Salvador y Señor mi sincera gratitud y alabanzas por haberme favorecido con tantas liberaciones, dándome el auxilio de su gracia soberana y confortándome con Su presencia y bendiciéndome de modo tan evidente en tantos apuros y situaciones temibles; y por fin le bendigo de todo corazón por haberse dignado servirse de mis humildes trabajos para llevar almas a Cristo y de estimular la fe y el amor de los creyentes; a Su Nombre sea toda la gloria y la honra. Amén.”


Publicado en la Revista "Edificación cristiana", (Mayo - Julio de 1.965)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué gran bendición el poder leer las "aventuras y desventuras" de este incansable hombre de fe. Muchas gracias por el gran trabajo que hacéis. Que Dios lo bendiga y prospere.
Tan Molina,
León