martes, 6 de marzo de 2012

Métodos de evangelización. (I Parte, Año 1.965)



"Dios habría podido dar a conocer las Buenas Nuevas de salvación en Cristo a los hombres por otros medios –por ejemplo, misiones angelicales-, pero el hecho es que dio esta solemne comisión a sus discípulos y a quienes creyesen en él por medio del testimonio de ellos: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura.” (Mar 16:16) ... “Id y haced discípulos en todas las naciones, bautizándoles...” (Mat 26:19) ... “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hch 1:9). En cada generación, hermanos fieles, que sienten la carga de las almas, lamentan el poco fruto espiritual de sus tiempos y preguntan: “¿Cómo hemos de dar a conocer el Evangelio eficazmente a los hombres y a las mujeres de hoy?” Por desgracia muchos creyentes reciben las bendiciones del Evangelio sin darse cuenta de su responsabilidad para hacerlas extensivas a otras almas, sumiéndose en la apatía y en una especie de fatalismo. Esta pereza espiritual nace del egoísmo y de la carnalidad, y hemos de sacar en consecuencia que la calidad de la vida espiritual de los creyentes tiene mucho que ver con la labor de evangelización. Un hermano bien instruído en la Palabra y entregado al Señor hará muchísimo más en su servicio que el pobre apático que acabamos de describir. No sólo eso, sino que dicho apático casi siempre procura “justificar” su falta de energía y sacrificio criticando lo que efectivamente se lleva a cabo, de modo que no sólo no adelanta el Reino, sino que lo atrasa, produciendo problemas de orden personal en las iglesias que impiden las manifestaciones del poder del Espíritu Santo. Como no nos proponemos realizar estudios de fondo en este número, sino dar toques de atención y de alarma para despertar al dormido y orientar al hermano que quisiera algo y no sabe cómo, pasamos rápidamente a indicar algunos de los métodos de evangelización, destacando que entre ellos unos son básicos e imprescindibles en todo el mundo, mientras que otros han de adaptarse a las condiciones especiales de España.

El testimonio personal.
El célebre lingüista Dr. Laubach, perfeccionó métodos de alfabetización por los cuales cada persona que hubiera aprendido a leer –por medio de unos signos muy sencillos- tuviera la obligación de pasar lo que había aprendido a otro compatriota suyo que aún no sabía leer. La simplificación de los métodos, además del lema “cada alumno se convierta en maestro”, ha dado resultados asombrosos en muchas partes del mundo donde las tribus antes sin civilizar se despiertan a las exigencias de la vida moderna. El Dr. Laubach, cristiano ferviente, acaba de publicar un libro en el que recomienda el empleo de los mismos métodos para la extensión del Evangelio. Los consejos del célebre pionero serán interesantes, porque están basados sobre las amplias experiencias de un perito en la materia, pero desde el principio los cristianos han comprendido que cada persona salvada ha de procurar llevar a otra alma al Señor. Se ha calculado que si cada creyente ganara una sola alma para el Señor cada año, el mundo sería evangelizado en unos cuarenta años. El hecho de que el crecimiento de la población mundial sobrepasa en mucho el crecimiento de la Iglesia indica que sólo un porcentaje minúsculo de creyentes ganan almas por su testimonio personal, pero subrayamos que tal método sigue siendo por mucho el mejor para la extensión del Evangelio. No piense el joven en “grandes cosas” si aún no ha sabido llevar el Evangelio a sus compañeros. Repetimos que el fallo se debe mayormente al pobre estado espiritual de los creyentes.

La extensión del Evangelio desde “bases”, aprovechando puertas abiertas.
Las iglesias locales no debieran ser, primordialmente, hogares cómodos donde los cristianos pueden hallar su ambiente de familia, alimentándose de la Palabra, rodeando la Mesa del Señor a los efectos de la adoración y aprovechando cierta provisión espiritual hecha para sus hijos. Todo ello es muy necesario -¡y ojalá se apreciara más!-, pero 1ª Ts 1:8, citado en otra parte, nos hace ver que cada iglesia local ha de constituirse en base bien equipada y preparada para la extensión del Evangelio. Sus guías son llamados a estudiar las condiciones del campo que les rodea, dispuestos a orar y trabajar a los efectos de ver nacer múltiples “hijas” (otras asambleas) en la ciudad o en el campo. Nadie ha “inventado” todavía mejores métodos para la extensión del Evangelio que una combinación del testimonio personal de cada uno, con los esfuerzos bien dirigidos de los guías del “hogar-base” de la iglesia local, que tiene la gran ventaja además de ser bíblico y apostólico.
Las ciudades ofrecen oportunidades especiales (...) y alguien ha dicho que, en las condiciones de hoy, la “batalla” se gana o se pierde en las ciudades grandes. Una verdadera influencia evangélica en los grandes centros urbanos termina por llevar el mensaje a distintas zonas de las provincias, mientras que el resultado de años de trabajo en pueblos pequeños puede derrumbarse en unos meses debido a la emigración de los creyentes..."


(Continuará)
Autor: Ernesto Trenchard
(Revista “Edificación Cristiana”, Agosto-Octubre de 1.965)

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