martes, 17 de julio de 2012

"Tal como lo veo" por Juan Gili (1.974)


"Hay una pregunta que me hacen últimamente con mucha frecuencia: “¿Cuál es tu experiencia en este primer año de tu dedicación completa a la Obra del Señor?”. Generalmente mi respuesta acostumbra a ser breve: haber sido testigo de la grandeza y el poder de Dios. Pero un buen amigo no quedó satisfecho y me dijo: “La frase está muy bien, pero ¿cuál es el alcance humano de estas bendiciones?”. Y comprendí que a veces los informes, noticias, reportajes y también los púlpitos sufren del mismo mal. Se generalizan y se sintetizan los hechos con la etiqueta de “el Señor bendijo mucho”. Y esto es todo. Pero lo que a la gente le interesa es saber en qué medida la grandeza y el poder de Dios –que a muchos les parece inalcanzable- se traduce en vidas cambiadas, oraciones contestadas y en milagros modernos que Él sigue haciendo entre su pueblo.
De ahí que dediqué algún tiempo a contarle a mi amigo algunas cosas de las que he sido testigo a lo largo de los doscientos mil kilómetros que he recorrido en este último año, como podría hacerlo cualquiera de mis consiervos en el ministerio cristiano. Cosas cuya única finalidad es mostrar precisamente esta grandeza y poder de Dios.
La variedad de servicios en la Obra nos lleva con frecuencia a tener que pulsar el botón de urgencia para presentarle al Señor un problema inesperado… Un permiso denegado en Bilbao… El propietario de un teatro de Valladolid que se vuelve atrás en su compromiso de alquilar el local para un acto público… Un movimiento de perturbación en un acto en Segovia… Un furioso descontento en Cádiz por el hecho de haber predicado que hay sólo un Redentor… O la dureza de un corazón que prefiere el culto a Satanás. Otras veces hay que organizar un vuelo charter o averiguar dónde se alquila un helicóptero, para sobrevolar una región de España, como parte de uno de estos proyectos internacionales para los cuales uno siempre pide al Señor que “el bosque no nos haga perder de vista el árbol”.
También la grandeza de las bendiciones son a menudo de uso personal. Él utiliza hombres, circunstancias y contratiempos para darnos lecciones que nadie más puede dar.
Suceden en el hall de un hotel de Segovia, donde a las 12 de la noche le pregunto a ese entrañable  historiador y bibliófilo que es D. Audelino qué cambios importantes había experimentado el pueblo evangélico español. Luis Palau y yo recibimos aquella noche una gran lección de esa generación que casi estrenó siglo y que en ocasiones probó la dureza de las piedras, la humedad de las cárceles y escuchó el alocado sonido de las burlas. De esa generación a la que tanto respeto debemos por su firmeza, su fe y la herencia de su testimonio… Esta misma sensación experimenté en Toro, ciudad de recuerdos de antaño, donde por la visión de hermanos de aquella región se ha levantado no sólo una hermosa capilla, sino un importante centro de campamentos de trabajo que, desde la finca de D. Florentino, se extiende por una extensa zona de Castilla. Por cierto que aquí descubrimos una nueva faceta en la línea de dones de D. Eric: la de músico y director de canto… También sucede que nos ponemos nerviosos porque la calefacción del coche se ha estropeado, y Dios usa a nuestro acompañante para recordarnos que D. Pedro Martínez, de Águilas, a sus 81 años sigue haciendo su ministerio con una moto… ¡sin calefacción!
Otras veces somos sólo espectadores de las bendiciones que Dios envía. Y la respuesta a la oración la presenciamos en el sur de Inglaterra, donde un hermano presenta un plan para enviar urgentemente tres mil Biblias a Checoslovaquia, uno de tantos países del Este donde la escasez de la Palabra de Dios obliga a veces a copiarla a mano. Pero alguien, que no ha podido recordar mentalmente cuántas Biblias tiene en casa, entrega un cheque que cubre el importe de mil Biblias… O en Portugal, donde un grupo de creyentes trabaja cinco horas extras cada día para construirse su propia capilla… O cómo en Barcelona las Asambleas se van multiplicando, la última de las cuales, Tolrá, a los dos años de inaugurarse la capilla ha bautizado y a cien nuevos creyentes.
Le hablé también de Santiago, un extremeño emigrante a quien encontré en crisis de tristeza y soledad, decidido a regresar a la patria a sólo diez días de haber llegado a un país extranjero. De cómo Cristo vino a llenar su vida con tanta abundancia que hoy colabora con su Señor para llenar la vida de otros… O del giro radical en la vida de Juanele, un bailarín español de fama, cuyo primer contacto con el Evangelio fue en San Sebastián el pasado marzo viendo con su esposa la película evangelística “Lucía”. De cómo su testimonio está cambiando la vida de muchos otros. Esta es su definición personal del nuevo nacimiento: “Hay personas –dice- que llevan en el vientre del mundo 10, 20, 30 años y se quedan en ese vientre para siempre. Yo he salido y he nacido a los 37 años. He nacido en Cristo Jesús de la oscuridad del vientre del mundo, a la luz del nacimiento de Cristo”…  Le conté de Jaime, a quien un anuncio en la prensa secular le movió a pedir un curso bíblico por correspondencia sobre la vida de Jesucristo. Más tarde, luchando con una fuerte gripe, le pregunta a Dios si debe o no ver al grupo que en esa tarde fría de diciembre va a celebrar un acto evangélico en su ciudad. Y de cómo Dios le contestó con tanta fuerza que le ha usado para que esa ciudad castellana tenga hoy un testimonio que crece en número y en profundidad… O el caso de Juan, otro emigrante que conoció al Señor y que junto a la visión de la Cruz recibió la del compromiso personal de dar a conocer a su pueblo “la grandeza” de lo que él ha encontrado. Hoy ya ha regresado a España y cumple su promesa con un celo poco común… y le hablo también de Flora, una ex drogadicta que ha cambiado sus “viajes” al mundo de la fantasía por el peregrinaje en el camino de Cristo. Le explico de cómo siente la necesidad y urgencia de testificar del Señor a sus antiguos compañeros de “experiencias” y de cómo se conmueve pensando en ellos y repitiendo la letra del primer coro que aprendió: “Si Cristo no cambia su vida, jamás podrá cambiar”.
Estas son cosas grandes y pequeñas, que uno no sabe si las pequeñas son mayores que las grandes. Pero en cualquier caso, espera que unas y otras sirvan para la gloria de Dios.”



Juan Gili
(Publicado en la revista “Edificación Cristiana”, núm. 1, 1.974)

No hay comentarios: