lunes, 27 de enero de 2014

"La primitiva iglesia, en la España del '98" (III parte, escrita en 1.981)


DURAS REACCIONES

Tal despliegue no va sin despertar serios temores en el Establecimiento religioso y provoca duras reacciones. En Soria, al poco de llegar de visita Miss J. Mathews, el gobernador militar la hace arrestar, juntamente con los dos misioneros británicos ya instalados. En plena guerra hispano-americana, cualquiera que habla inglés resulta altamente sospechoso... y el pretexto es excelente para expulsar de la provincia a esos "malditos protestantes". ¿Qué hacer? Se quedan en Soria las dos "obreras evangélicas" españolas: doña Constancia y su hija. Estas testifican de casa en casa y el 5 de enero de 1.899, los cinco primeros evangélicos sorianos son bautizados -tras rigurosa comprobación de que han nacido de nuevo (Jn 3:3 y 5)- en la casa-matriz de Zaragoza. El 28 del mismo mes se abre el primer local evangélico soriano en la calle de la Fuente, núm. 6. Como es de suponer, estallan las persecuciones. De día, unos "elementos incontrolados" perturban ruidosamente las reuniones, donde los creyentes cantan a pleno pulmón:

"¡Qué alegría fue la nuestra cuando Cristo nos salvó!

Cuando en nuestras almas derramó su amor,

Cuando la penosa carga del pecado nos quitó,

¡Qué alegría nos llenó el corazón!"

De noche, los enemigos de Cristo destrozan la puerta y las ventanas del local a pedradas. Avisado, el gobernador civil envía por fin un guarda... para apuntar nombre y apellido de cuantos interesados quieren entrar. El obrero que "va a los protestantes" está seguro de perder su trabajo; el tendero, de perder su clientela... Como siempre: hay que doblegarse, marcharse o morir de hambre. Y como esas medidas coercitivas no bastan, varios creyentes serán encarcelados ilegalmente y repetidas veces por espacio de diez o incluso de quince días; siendo su único "delito" el de querer adorar a Dios "en espíritu y en verdad" (Jn 4:23-24)

Pero, por más que ruge el Adversario, prosigue la obra. Unos evangelistas -rubios y morenos- visitan regularmente cada uno de los once nuevos puntos de testimonio y desde cada uno de ellos, los responsables locales recorren los pueblos y aldeas del contorno. Así, por ejemplo, desde Pedrola visitan semanalmente Figueruelas, El Cabezo, Alagón, Cabañas y Alcalá de Ebro, repartiendo porciones de la Palabra de Dios, predicando en los mesones o en las encrucijadas de las calles y caminos.

Tras quince meses de trabajos apostólicos, además de todos los sitios ya mencionados, había un testimonio fijo y continuado en Jaca, Burgos, Valencia, Teruel y Barcelona. En esta última ciudad se trata (de momento) de una misión para marineros de muchas nacionalidades, cuyos barcos recalan continuamente en el gran puerto catalán.

"Cuán hermosos son los pies de fiel cristiano,

Quien cumple el mandato de Jesús,

Va a las gentes sumergidas en tinieblas,

llamándolas a la luz"

 

EVANGELIZAR MÁS ALLÁ

Partiendo del principio de "evangelizar en los lugares más allá... sin entrar en la obra de otro" (2ª Cor. 10:16), la "Primitiva Iglesia Cristiana" sigue extendiéndose en zonas y provincias donde no hay obra evangélica establecida; salvo en dos grandes ciudades, poco ocupadas. En Madrid, el testimonio se inicia en 1.899, en el barrio pobre y castizo de Lavapiés. Los principios son muy lentos: durante los primeros años, la Villa y Corte sólo es un lugar de paso para los diferentes misioneros; evangelistas y colportores de la misión, en constantes desplazamientos. Así, en 1.905, sólo diecisiete madrileños tienen el privilegio de "partir el pan" en el local de Lavapiés, donde cada noche (salvo los miércoles) se proclama la Buena Noticia de salvación por gracia, y salvo los sábados, consagrados a la oración comunitaria. Además, los lunes y viernes por la tarde hay reunión de señoras. A éstas suelen asistir de 25 a 30 personas; a los cultos de evangelización, de 60 a 75, y en casos excepcionales pasan del centenar. Entre las razones que explican el corto número de hermanos en comunión, figura ésta: tan pronto como destacan creyentes decididos y de valía, son enviados a evangelizar en provincias cercanas. Como -por ejemplo- don Cecilio Benito o don Salvador Guevara, que sembraron la Buena Semilla por Toledo, Guadalajara, Ávila o Ciudad Real y fueron más tarde destacados colportores de la Sociedad Bíblica.

 

LUCES Y SOMBRAS...

(Continuará)

(Redactado por Pablo Enrique Le More y publicado en la revista "Edificación Cristiana", marzo-abril de 1.981)

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