En 1827, llegó a Dublín un joven con un apellido que llegaría a alcanzar gran fama. Era Francis William Newman, hermano menor del gran John Henry Newman. Mientras éste llegaría a ser – desde su crianza evangélica – líder del movimiento anglo-católico (“Tractarian movement”) y acabaría siendo cardenal romano, Francis iba a experimentar cambios no menos notables, con un recorrido que le llevaría desde el inicio del movimiento de los Hermanos hasta el Unitarismo.
Un año antes de su llegada a Dublín, Francis había obtenido una licenciatura de honor en el Worcester College de Oxford, y era también graduado del Balliol College de la misma Universidad. Acababa de ser contratado como profesor particular en el hogar del renombrado abogado irlandés Serjeant Pennefather, futuro Presidente del Tribunal Supremo de Irlanda.
En el citado hogar, Francis W. Newman fue presentado a un hombre extraordinario, de quien años más tarde escribió lo siguiente:
“Este joven pariente suyo (hombre excepcional) ejerció muy pronto sobre mí un gran ascendente. A partir de ahora le llamaré “el pastor irlandés”. ¡Su presencia corporal era realmente débil! ¡Su cara enjuta, sus ojos enroquecidos, sus piernas deformes (usaba muletas), su barba mal afeitada, su traje raído y su aspecto general de persona descuidada; todo ello suscitaba sentimientos de lástima! Luego, uno se sorprendía al verle en la tertulia de una casa de aquella categoría. Hasta se rumoreaba que, en la ciudad de Limerick, alguien le había tomado por un mendigo y le había alargado una moneda de medio penique.
Este joven había cursado estudios de Derecho en la Universidad de Dublín y se había licenciado con altos honores, teniendo por delante excelentes perspectivas para triunfar en su carrera. Pero su conciencia no le permitía ejercer la abogacía; temía que se le presentase la disyuntiva de defender una causa que pudiera ir en contra de la Justicia. Además de tener una mente aguda y lógica, el “clérigo irlandés” rezumaba simpatía, cualidades que combinaba con una gran perspicacia al enjuiciar a los demás, con una atención muy cariñosa hacia todos y con una total falta de egoísmo. Joven aún, se había ordenado como pastor anglicano y ejercía – sin cansarse – un duro ministerio en las montañas del condado de Wicklow. Al atardecer, salía al campo para enseñar la Biblia en las chozas de los campesinos, recorriendo grandes distancias por montes y ciénagas. Así, pocas veces regresaba a su casa antes de la medianoche.
Su salud no tardó en quebrantarse y hasta se temió que pudiera quedar cojo. Aunque no ayunaba a propósito, sus largas caminatas a través del agreste campiña y su ministerio entre personas muy necesitadas le obligaba a severas privaciones; de modo que su aspecto demacrado ya no tenía nada que envidiar al de un monje trapense.
Esto no tardó en provocar la creciente admiración de los pobres católicos, que le consideraban como un auténtico santo, de los de antes. Les parecía que una persona tan demacrada por su ascetismo y austeridad, tan por encima de toda pompa humana y tan dispuesta a compartir incluso su pobreza llevaba necesariamente una impronta celestial.
Así que pronto me convencí de que(…) una docena de hombres de este calibre hubieran hecho más para convertir a toda Irlanda al protestantismo, que toda la organización eclesiástica anglicana. En seguida comprendí que no había otro camino para alcanzar las capas sociales más humildes del pueblo irlandés, y que a aquel hombre no le movía ni el ascetismo ni la ostentación, sino una total abnegación, lo que me dio muy buenos resultados. El único libro que leía era la Biblia, y si se acercó a mi, fue mayormente para persuadirme de que dejase cualquier otra lectura y estudio.
…A pesar de que yo rechazaba enérgicamente algunas de las características de este hombre extraordinario, por primera vez en mi vida, me sentía dominado por alguien superior a mí. “
Y concluye Francis W. Newman: “ Al recordar ahora como se le sometían incluso personas de mente esclarecida y de experiencia, no me resulta sorprendente que también a mí me sujetara a tal servidumbre…él solo quería que los hombres sujetasen sus mentes a Dios; es decir, ¡a la Biblia, según su interpretación, claro está!”
Un año antes de su llegada a Dublín, Francis había obtenido una licenciatura de honor en el Worcester College de Oxford, y era también graduado del Balliol College de la misma Universidad. Acababa de ser contratado como profesor particular en el hogar del renombrado abogado irlandés Serjeant Pennefather, futuro Presidente del Tribunal Supremo de Irlanda.
En el citado hogar, Francis W. Newman fue presentado a un hombre extraordinario, de quien años más tarde escribió lo siguiente:
“Este joven pariente suyo (hombre excepcional) ejerció muy pronto sobre mí un gran ascendente. A partir de ahora le llamaré “el pastor irlandés”. ¡Su presencia corporal era realmente débil! ¡Su cara enjuta, sus ojos enroquecidos, sus piernas deformes (usaba muletas), su barba mal afeitada, su traje raído y su aspecto general de persona descuidada; todo ello suscitaba sentimientos de lástima! Luego, uno se sorprendía al verle en la tertulia de una casa de aquella categoría. Hasta se rumoreaba que, en la ciudad de Limerick, alguien le había tomado por un mendigo y le había alargado una moneda de medio penique.
Este joven había cursado estudios de Derecho en la Universidad de Dublín y se había licenciado con altos honores, teniendo por delante excelentes perspectivas para triunfar en su carrera. Pero su conciencia no le permitía ejercer la abogacía; temía que se le presentase la disyuntiva de defender una causa que pudiera ir en contra de la Justicia. Además de tener una mente aguda y lógica, el “clérigo irlandés” rezumaba simpatía, cualidades que combinaba con una gran perspicacia al enjuiciar a los demás, con una atención muy cariñosa hacia todos y con una total falta de egoísmo. Joven aún, se había ordenado como pastor anglicano y ejercía – sin cansarse – un duro ministerio en las montañas del condado de Wicklow. Al atardecer, salía al campo para enseñar la Biblia en las chozas de los campesinos, recorriendo grandes distancias por montes y ciénagas. Así, pocas veces regresaba a su casa antes de la medianoche.
Su salud no tardó en quebrantarse y hasta se temió que pudiera quedar cojo. Aunque no ayunaba a propósito, sus largas caminatas a través del agreste campiña y su ministerio entre personas muy necesitadas le obligaba a severas privaciones; de modo que su aspecto demacrado ya no tenía nada que envidiar al de un monje trapense.
Esto no tardó en provocar la creciente admiración de los pobres católicos, que le consideraban como un auténtico santo, de los de antes. Les parecía que una persona tan demacrada por su ascetismo y austeridad, tan por encima de toda pompa humana y tan dispuesta a compartir incluso su pobreza llevaba necesariamente una impronta celestial.
Así que pronto me convencí de que(…) una docena de hombres de este calibre hubieran hecho más para convertir a toda Irlanda al protestantismo, que toda la organización eclesiástica anglicana. En seguida comprendí que no había otro camino para alcanzar las capas sociales más humildes del pueblo irlandés, y que a aquel hombre no le movía ni el ascetismo ni la ostentación, sino una total abnegación, lo que me dio muy buenos resultados. El único libro que leía era la Biblia, y si se acercó a mi, fue mayormente para persuadirme de que dejase cualquier otra lectura y estudio.
…A pesar de que yo rechazaba enérgicamente algunas de las características de este hombre extraordinario, por primera vez en mi vida, me sentía dominado por alguien superior a mí. “
Y concluye Francis W. Newman: “ Al recordar ahora como se le sometían incluso personas de mente esclarecida y de experiencia, no me resulta sorprendente que también a mí me sujetara a tal servidumbre…él solo quería que los hombres sujetasen sus mentes a Dios; es decir, ¡a la Biblia, según su interpretación, claro está!”
1 comentario:
en si q hizo newman?
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