domingo, 17 de julio de 2011

Desde Ávila: noticias de Josefa y Gabriel Sánchez. (Año 1.935)

El 18 de julio de 1936 estalló la guerra. Las tropas franquistas entraron en Navaluenga el 4 de octubre, y el 6, a las dos de la tarde, Gabriel Sánchez era detenido y encarcelado en el cuartelillo del ayuntamiento del pueblo.
Por la noche, sin juicio previo, le sacaron y le dieron el paseo . Varios soldados le condujeron a una era que, en aquel entonces, estaba a un kilómetro del pueblo. Allí le enterraron el cuerpo, dejándole fuera la cabeza, y se la golpearon a culatazos hasta que se hartaron, cuando se le había hinchado de tal modo que ya era irreconocible. Finalmente le dispararon. Arrojaron después un poco de tierra por encima, dándolo por enterrado... Los soldados pasaron a vivir en la casa de Gabriel Sánchez y Josefa, ...y se quedaron con todo lo que tenían, incluyendo la bicicleta, dejando a la madre, a la niña enferma y al bebé en la calle. No comunicaron a Josefa que habían ejecutado a su marido, sino que le dijeron que lo habían trasladado a la capital, a la cárcel de Ávila...”
(Febe y Sara Jordá)

Un año antes Gabriel, junto con su esposa, envía noticias sobre los pueblos de Ávila y de cómo el mensaje del evangelio estaba extendiéndose...:

“Tengo el placer de comunicarles una líneas para “El joven” de la visita que estos días hemos tenido de los queridos hermanos D. Francisco Fernández y D. Pablo Gaerner, que han sido de rica bendición en este distrito. Llegaron el lunes noche, vienen por el Tiemblo, donde tuvieron una reunión de predicación, pues parece haber allí bastante interés. El día siguiente, martes, como hubiera fallecido aquí una vecina que solía asistir a las reuniones y también su marido, siendo muy simpatizantes, acompañamos el cadáver al cementerio, ya que el cura no se dignó de ir, y allí todos los acompañantes a una indicación nuestra de decir una palabra de testimonio, ellos asintieron con mucho gusto, y entonces pudimos levantar nuestra voz dándoles un solemne mensaje sobre nuestra esperanza y la resurrección de nuestros cuerpos en gloria por Cristo el Vencedor del Calvario. Toda la multitud que acudió escucharon con emoción visible el Mensaje muy solemne y todos aceptaron literatura, quedando en gran manera impresionados diciendo algunos: Dios ha hablado.
Luego fuimos a Burgohondo, a siete kilómetros de Navaluenga, y después de comer la merienda que llevábamos salimos junto a la plaza del pueblo empezando con unos coros y cánticos, rodeándonos una porción de personas que escucharon con gran reverencia nuestros mensajes entre cánticos y reparto de tratados, que todos aceptaron bien. Luego subimos para ver un amigo conocido por Pedro el pescador, a la parte alta del pueblo, donde dimos otros tres mensajes con tanto poder, que querían nos quedáramos por la noche allí invitándonos a cenar y dormir. Dos matrimonios, el amigo señor Pedro y otro vecino nos parecen muy cerca del Reino. Pero teníamos que volver a casa para celebrar la reunión en Navaluenga, anunciada, donde como siempre notábamos el Espíritu obrando en los corazones y muchos cantan ya uniendo sus voces a nosotros habiendo aprendido algunos himnos de memoria.
El miércoles fuimos a San Juan de la Nava, que dista nueve kilómetros, con una carretera en cuesta muy pronunciada; claro, como no había más que dos bicicletas, nos repartíamos turnando, o sea habíamos de pasear cada uno tres kilómetros, dejando la bici para el que venía a patita; pero al llegar al alto de la cuesta qué bueno fue ver que un joven pastor nos obsequió con dos frescas sandías, y otro que le acompañaba nos trajo de una fuente un cuerno de agua fresca, ¡qué bien saben estos refrigerios cuando uno está sudando! Les hablábamos del amor de Dios, que les gustaba, escuchando con agrado. Apenas llegamos a San Juan, como ya conocían algunos nuestro propósito nos pidieron: “cántennos y hablen esas cosas tan hermosas”, así que, en la misma carretera y casas de la parte baja, todos atentos escucharon contentos y alegres nuestros mensajes de vida eterna en Cristo. Observamos que el señor cura del pueblo en su balcón próximo a nosotros estuvo escuchando desde que empezamos hasta el fin con muestras de que le agradaba, porque luego aceptó un tratadito. ¡Oh, que el Señor salve almas aun de estos que nos contradicen! Subimos a la posada a comer la merienda que llevábamos en el morral, y la señora de la posada, nuera de la dueña de la casa que alquiló doma Amalia primeramente aquí, nos recibió muy atenta. Luego, como la concertina atrae la gente, nuestro buen hermano Francisco era el pregonero más eficaz para anunciar en la plaza la reunión ¡así tuvimos dos buenas reuniones muy hermosas!
Luego pasamos al Barranco y en la plaza, teníamos también con la ayuda de la concertina unos buenos mensajes con poder. Encontramos una señora joven que había asistido en Trafalgar a las reuniones. Volvimos, ya de noche, con los faroles encendidos en las bicis, Francisco y yo en mi “Dal”, tan fuerte, y D. Pablo en la de Francisco, llegando a Navaluenga a tiempo para la cena y la reunión en que unas 300 almas, ansiosas, escuchaban con gran emoción, y el Espíritu obraba. ¡Que Dios bendiga estos testimonios!
Con saludos de amor quedamos suyos afectísimos en Él”


Josefa y Gabriel Sánchez
(Revista “El joven cristiano”, noviembre de 1.935)

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