lunes, 12 de septiembre de 2011

Doña Adelaida Turrall está con el Señor. (1.868-1.960): “Una madre en Israel”

Doña Adelaida Turrall, que fue llamada a su Hogar celestial el día 27 de diciembre de 1.960, bien mereció esta hermosa calificación aplicada a Débora en Jueces 5:7. Durante 71 años sirvió al Señor en España, pasando 60 de ellos en la compañía de su difunto esposo, don Enrique Turrall, de feliz memoria. El matrimonio tuvo sólo una hijita, que murió a los pocos meses de nacer, pero los siervos del Señor consideraron como “hijos” suyos los hermanos y hermanas de varias generaciones en la iglesia de Marín que se habían entregado al Señor durante el curso de su ministerio. Doña Adelaida tenía una aptitud especial para llevar a personas interesadas a una decisión personal, fijándose siempre en quienes se habían conmovido por la Palabra durante los cultos. Luego cuidaba como verdadera madre de los “niños espirituales” durante el desarrollo de su nueva vida.
La sra. de Turrall nació en Birmingham, Inglaterra, el día 14 de febrero de 1.868, y desde muy joven se dedicó al Señor. Antes de cumplir veinte años, los Ancianos de su asamblea le pidieron que se encargase de la clase bíblica para las jóvenes, y en el año 1.889 fue encomendada a la obra misionera en España. Primeramente colaboró con los señores Payne en la Iglesia de Gracia, Barcelona, y pronto pudo tomar a su cargo la clase mayor de las jóvenes, de las cuales varias llegaron a convertirse y ser bautizadas.
Don Enrique Turrall había de ir a Vigo, pero antes pasó una temporada en Madrid, y creo que fue allí donde se encontraron los futuros esposos, y se prometieron, hallando la expresión bíblica de sus anhelos en los textos: “Engrandeced a Jehová conmigo...” “Ensalcemos su Nombre a una...”, textos que después adornaron las paredes de su comedor.
Se casaron en el año 1.892, y el año siguiente formaron su hogar en Monforte de Lemos, un centro que prometía bastante en aquellos días, y desde donde extendieron su ministerio a varios pueblos de la comarca.
En 1.897 fueron llamados a Vigo, donde establecieron una verdadera “escuela de los profetas” en la calle Carral, recibiendo y preparando a jóvenes encomendados a la Obra. Todos sus “discípulos” de aquellos días llegaron a destacarse en la Obra del Señor, ya en América, ya en España.
En el año 1.900, los señores Turrall se trasladaron a Marín, que llegó a ser su base hasta su llamamiento al Cielo, aparte unos años, desde 1.904 a 1.907, cuando viajaron bastante por el país, prestando ayuda donde se necesitaba.
En Marín, los destacados dones del señor Turrall en el pastoreo y en la enseñanza bíblica fueron medios para establecer una iglesia numerosa y fuerte. Doña Adelaida halló su esfera especial en la clase bíblica, que llevó por 40 años, y en las visitas a las hermanas. Durante un corto periodo estableció un dispensario con la ayuda de doña Alicia Condé, y se gozaba mucho en prestar su ayuda a su marido cuando éste extendía sus operaciones a puntos como Villar y Moraña. Muchas de las mujeres de tales sitios se acuerdan aún de la bendición que recibieron por medio de su celo y fidelidad.
Cuando iban faltando las fuerzas físicas, se dio más aún a la oración y al estudio de la Palabra, y durante las últimas semanas de su vida, temiendo que quizá no podría leer la Biblia siempre, se dedicó a aprender más textos de memoria, para poderlos meditar y luego pasar a otros el beneficio recibido. Sin duda las bendiciones recibidas en Marín deben mucho a sus intercesiones, ya que solía orar sistemáticamente por todas las familias evangélicas. Entre éstas sus últimas preguntas a don Isaac Campelo: “¿Se ha convertido el joven X? ¿Qué tal sigue espiritualmente el hermano Y?”.
Durante una de sus vacaciones en Inglaterra puso delante de dos jóvenes, que ya se sentían llamados a una obra especial por el Señor, las necesidades de España, y de estas conversaciones, directa o indirectamente, surgieron los llamamientos definitivos a la Obra del Señor aquí, de don Juan Biffen, don Arturo Chapel y el que escribe.
El dolor de la pérdida en presencia física de su querido esposo en el mes de mayo de 1.953, no menguó su celo por la Obra de Dios en Marín, ni su amor por la amada iglesia.
La numerosa concurrencia al culto fúnebre, a cargo de don Isaac Campelo en la capilla, y al de don Cecilio Fernández en el cementerio, puso de manifiesto el respeto y el amor de los cuales gozaba nuestra hermana. Otra sierva del Señor ha ido a su reposo, bien recordada por sus “obras de amor”.

Edmundo Woodford
(Revista “Edificación Cristiana”, mayo de 1.961)

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