jueves, 17 de junio de 2010

Un viaje por Galicia y Castilla. (Año 1.951)


“Necesitaría muchas columnas de la revista para hacer siquiera un breve resumen del viaje por las regiones del Noroeste y el Centro de España realizado durante los meses de marzo y abril, y como tanto espacio no es disponible, no puedo hacer mucho más que nombrar los lugares visitados, con el propósito especial de agradecer a todos los queridos hermanos que tan amablemente me recibieron, toda su bondad y todas las oportunidades que me proporcionaron de enseñar la Palabra Santa y anunciar el Evangelio. El sr. Pujol y un servidor hicimos una labor complementaria, coincidiendo en ciertos puntos, y separados en otros. Vigo fue el centro de la primera etapa, y nos gozamos en las buenas reuniones anuales, en las conversaciones con hermanos ancianos de varias iglesias, en la predicación del Evangelio. Es una iglesia que bajo la acertada guía de D. Edmundo Woodford y los demás ancianos, crece, se desarrolla y se afirma, siendo notable tanto por su espíritu evangelístico como por su buen orden bíblico, Desde Vigo pude hacer breves visitas a las históricas iglesias de Marín y Sto. Tomé, con numerosa asistencia en los cultos y buenas oportunidades en la enseñanza de la Palabra. El 26 de marzo salí de Vigo para Lugo en compañía del sr. Brown. El pequeño grupo nos colmó de amor y de cuidados, y me impresionó su valor y fervor al mantener el testimonio en un lugar tan duro para el Evangelio, y con sus números reducidos por este gran mal de nuestros tiempos: la emigración. De Lugo a La Coruña, donde, a pesar de adversidades, el interés en el Evangelio y en la Palabra se mantiene; buenas congregaciones acudieron noche tras noche para recibir el “alimento” de la Palabra. Mi estancia en dicha ciudad se prolongó más de los proyectado a causa de un ataque de “herpes” que me inmovilizó por unos días en la casa hospitalaria del sr. Souto, e hizo imposible la visita tan deseada a nuestro querido hermano D. Cecilio Fernández y el distrito que “cultiva”. Luego un viaje corto en auto a Ares, donde fui recibido con mucho cariño por nuestro veterano y valiente hermano D. Arturo Ginnings y su esposa. Por el valor y el esfuerzo de los jóvenes hermanos que viven esparcidos por la hermosa península de Ares y Mugardos, y que acudieron noche tras noche en bicicleta, fue posible hacer extensivos los beneficios de la visita a numerosos grupos de los contornos. La próxima visita fue al El Ferrol, donde los hermanos se enfrentaban al bendito problema de no caber en su local. Tantos amigos interesados acudieron a las reuniones de enseñanza que fue necesario hacer seguir las clases por un “epílogo evangelístico”. Me deleité en el hermoso y activo grupo de jóvenes. ¡Que el Señor les bendiga.! Luego tuve que abandonar la hermosa región gallega para dirigirme a León, donde disfruté de la amable hospitalidad de D. Audelino G. Villa y de su esposa. La iglesia ha crecido considerablemente desde mi última visita de hace 18 meses, y me fue muy grato dedicarme a la enseñanza bíblica y a la predicación del Evangelio entre estos amados y entusiastas hermanos. El culto del domingo se destaca muy especialmente como una ocasión solemne en que almas se entregaron al Señor. Mientras tanto el sr. Pujol había estado en Valladolid, donde nos reunimos el día 19 de abril, y así dimos fin a una semana de reuniones cuando los hermanos acudían solícitos para la enseñanza bíblica. Poco pensábamos que nuestro amado hermano D. Mariano San León y su hermana tendrían que pasar, tan pronto después, por el dolor de perder a su querida madre: bien que la pérdida es por “un poquito”.
En Madrid, la congregación de Chamberí no deja de crecer, y tuvimos el privilegio de dar los mensajes en la ocasión de un bautismo. Hubo buenas reuniones también en Duque de Sesto y en Puente de Vallecas, y almas se entregaron al Señor.
Perdonen, amados hermanos de estas regiones, de que haya tenido que pasar por alto tantos inolvidables recuerdos de comunión y de bendición con esta rapidez. La historia se ha hecho “permanente” en el Cielo.”

Ernesto Trenchard

Publicado en la revista “El camino”, Junio de 1.951

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