lunes, 9 de enero de 2012

Hace un siglo... (1.965) (III parte y última)

“... Galicia. Aparte del viaje de don Roberto Chapman a Galicia en 1.838, los primeros misioneros que empezaron la obra de las Asambleas, en el Noroeste de España, fueron los señores Tomás Blamire y Jaime Wigstone así como el señor Spooner. Parece que dichos misioneros no dudaron en plantar el estandarte del Evangelio en el lugar más importante de la región, La Coruña, que en aquel tiempo era el centro comercial y administrativo de Galicia. En 1.875, a pesar de las dificultades y oposiciones de las autoridades locales, abrieron el primer local evangélico en la capital gallega.
Después de haber puesto los fundamentos espirituales de la obra en La Coruña, los señores Blamire y Wigstone dirigieron sus esfuerzos a las localidades de Villagarcía (1.878) y Vigo (1.878). En esta última ciudad comenzaron obra evangélica, permaneciendo el señor Wigstone al frente de la misma hasta 1.885, en cuyo año partió hacia Linares (Jaén), donde comenzó la obra que Dios ha conservado hasta nuestros días.
Don Jorge Spooner dirigió sus esfuerzos hacia El Ferrol, en cuya ciudad fijó su residencia, en 1.879, empezando la obra evangélica. Los comienzos de la obra fueron muy difíciles en esta localidad. Fue a raíz del fiel testimonio del Teniente Coronel –más tarde General- don Juan Labrador, que la obra creció, especialmente al trasladarse al Ferrol, en 1.905, don Jorge Davis, quien había servido al señor en Linares y La Carolina desde 1.891.
Por su parte don Tomás Blamire, en 1.879 dio comienzo a la obra de Pontevedra, capital, donde se convirtió el sacerdote católico, don Castor Miranda de Quirós. Circunstancias que no vienen al caso relatar, llevaron al señor Blamire, aquel mismo año, a abrir obra en Marín, que en aquel tiempo era un pequeño pueblo de pescadores. La cordial acogida que los habitantes de dicha localidad reservaron al señor Blamire y su mensaje, decidieron a éste trasladarse a Marín, en 1.879, donde fijó su residencia. Dios bendijo de tal forma la obra, que el verdadero problema fue el lograr un lugar bastante grande para acomodar las multitudes que ansiaban oir el Evangelio. El primer bautismo tuvo lugar en 1.882, y en sólo dos años fueron bautizados unas cien personas.
La obra pronto se extendió a Santo Tomé, donde en 1.886 pudo erigirse una espaciosa sala evangélica. A don Cecilio Hoyle y los señores White se debe especial mención por su contribución en este distrito, y más tarde, desde 1.900, la larga y fiel labor de don Enrique Turrall.
Merece capítulo aparte la obra de don Jorge Chesterman, uno de los “apóstoles” de aquellos primeros tiempos. Con su luenga barba, su bicleta inglesa del siglo pasado y su enorme humanidad no es raro, que los sencillos labriegos gallegos, creyendo a almas poco caritativas, cuando veían aparecer por los senderos de sus lugares a don Jorge, exclamaran: “¡O demo montado”. “


(Miguel Valvuena, Revista “Edificación Cristiana” , Agosto-Octubre de 1.965)

Foto: Thomas Blamire

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